Dámaris Altuna, de 50 años, es una de las personas que también se recuperó del COVID-19. Ella considera que la fe en Dios y el cuidado recibido por parte de valientes médicos fue el éxito de su recuperación, en Cuenca.
“Un día si pensé que no iba a salir de eso”. Llamé a mi familia, a mis dos hijos, a decir que estén tranquilos, porque no se podía hacer nada, relata Dámaris. Pero, pasaron los días y sucedió mi recuperación. Todo cambió cuando los médicos me dieron el alta.
Con su testimonio, ella sostiene un mensaje de esperanza.
Cuenta que, en febrero de este año, viajó a España (Europa) para conocer y como forma de celebrar su cumpleaños que fue el 22 de febrero. Para el 16 de marzo retornó al Ecuador, su vuelo de regreso registró cambios debido a la emergencia sanitaria que se extendía por el mundo. Arribó a Guayaquil y después avanzó hasta Cuenca, donde ha radicado la mayor parte de su vida.
Al llegar a casa cumplió con todas las recomendaciones y responsabilidades de guardar aislamiento. No le fue muy complicado porque vive sola, sus dos hijos, de 20 y 22 años, actualmente radican en New York.
Con el transcurso de los días comenzó a sentir malestar en la garganta, creyó que el polvo generado al limpiar la casa le había afectado. Aunque estaba bien, nunca sintió que le faltaba el aire. “Me preocupaba porque seguía tosiendo”. Solicité ayuda médica y me pidieron que vaya de urgencia al Hospital Vicente Corral Moscoso, explica.
Le dijeron que podía estar contagiada. Cumplió con las medidas de protección para evitar riesgos para ella y los demás, así llegó a la casa de salud. Le hicieron la prueba del COVID y debía esperar días para tener el resultado. Mientras tanto, le diagnosticaron una posible faringitis y regresó a casa a cumplir cinco días de medicación.
El lunes 23 de marzo, personal del hospital le llamó a confirmar que tenía el virus. ¡Qué podía hacer!
Luego le comenzó a faltar el aire. Dejó de sentir el olor y sabor de las cosas, nada tenía sal ni dulce. No presentaba estornudos. Aunque las manos estaban heladas, sentía que su organismo quemaba por dentro. Padeció descenso de la presión. Consumía bastante agua caliente, vinagre con sal, ajo con cebolla y hacía gárgaras de bicarbonato con limón.
El martes 24 de marzo llegaron médicos a revisarle -gente bien protegida-. La decisión fue trasladarla al hospital Vicente Corral Moscoso. Allí estuvo con oxígeno, respiraba mejor. Después, iniciaron las crisis de Dámaris, la fiebre era muy alta; los médicos le diagnosticaron neumonía por el coronavirus.
Ella sentía mucho dolor en la cabeza como si le hubiesen dado con un palo en la cabeza, como si estuviera un chichón. Le pusieron suero, mucha medicina, pero ya estaba muy débil, empezó a sudar en exceso. De pronto su organismo evolucionó bien, hasta que el martes 31 de marzo supo que le van a dar el alta.
“Soy creyente, siempre pasaba con la biblia, tranquila, – me decía si me voy será la voluntad de Jehová”.
Por vía telefónica, recibió los ánimos de familiares, amigos, de sus dos hijos, Eso ayudó mucho a no caer en depresión. Los médicos le permitieron estar con su teléfono y eso le servía para mantener la comunicación.
Todo mejoró, Dámaris menciona que los médicos se convirtieron en guerreros. Hubo sentimientos encontrados. Los médicos afrontan más de una batalla, están preocupados por no contagiarse y de la misma forma de dar la debida atención a los pacientes; en tanto que los pacientes mantienen su lucha por sobrevivir.
Los médicos -hombres y mujeres- hacían turnos para cuidarnos. Si le preguntábamos algo ellos nos explicaban con calma. Y es que, donde estaba Dámaris permanecían más personas que estaban graves. De hecho, entre los pacientes- estuvo un abogado que no resistió y murió días después que ella recibió el alta. En los días que Dámaris estaba en el hospital vio morir a una señora de 70 años. El deceso fue en una madrugada. “Oré mucho por ella”.
Ahora, a Dámaris le falta hacer una última prueba que descarte que padece del virus. Aún padece de ciertas complicaciones de salud debido a la neumonía originada por el coronavirus.
Continúa en casa con los cuidados y trata de mantener una alimentación que le permita mantener sus defensas.
Hay un Dios en el cielo que nos vigila, nos quiere, y nos ama como hijos. Es muy duro estar en situación de enfermedad y psicológicamente el ser humano se debilita.
Refiere que con la vecindad no ha tenido problemas, ni rechazo. Le llamaban por teléfono a preguntar cómo está. El COVID-19 no es algo que se pueda ocultar, le pude pasar a cualquier persona. Luego de estar entre la vida y la muerte, Dámaris se mantiene en cuarentena hasta que pase todo, sigue todas las recomendaciones de los médicos. La profesión de Dámaris es la elaboración de dientes, dentro de la rama de mecánica dental.
Vamos a vencer a este virus y llegará el momento en el que todos nos vamos a volver a abrazar, dice. ¿Por qué tenemos que discriminarnos?, eso no está bien. Hay que tener empatía.
Para mí la regla de oro es el respeto: “No hagas a otro, lo que no quieres que te hagan a ti”, o “Has a otro, lo que quieres que te hagan a ti”, en base al respeto a los demás seres humanos.
“Más mata el miedo, vamos a cuidarnos, a ser muy valientes, considerando que lo importante es mantener un buen estilo de vida, para lograr un cuerpo sano”.