El hombre en frenética carrera y búsqueda de comodidad, irrespetó cruel y suicida al medio ambiente. Mucho más drástica esta afrenta en la última centuria donde máquinas, monstruos de polución y sed de energía, declararon el petróleo como medio para lograrlo todo, sin importar degradación y pestilencia dejada por su extracción y combustión. Solamente fue suficiente un mes de paralización total para tener los primeros signos de revitalización de nuestro hermoso e indispensable entorno. Osos, ciervos, pumas y muchos otros animales mal llamados salvajes son filmados en diversas latitudes en calles y vías ciudadanas, que en silencio y sin autos, les brinda opción de repoblar su antiguo hábitat invadido cruel e indolentemente por metrópolis y pueblos. El mar limpia y oxigena sus aguas de manera increíble en pocos días y cardúmenes y seres del reino oceánico, logran activarse y danzar sin recelo de palangres y redes que les encarcelen. Hoy nos confina a nosotros como drástica revancha, un monstruo invisible. Hoy nos infringe enérgicas heridas en el momento menos esperado una peste sin precedentes que nos mantiene escondidos, incomunicados físicamente, aterrados frente a nuestros artilugios cibernéticos que nos informan y muchas veces incluso, nos confunden ante el verdadero peligro de muerte que se cierne sobre todos. Hoy, la humanidad vulnerable y débil, tendrá que tomar una nueva actitud y ruta. Confiados en la enorme inteligencia que posee el hombre, se vuelve indispensable conciliar comodidad con el sustrato mismo de la vida que es el planeta vivaz y respirante. Bien hacemos en buscar otros planetas para nuestra sobrevivencia, igual que en su tiempo lo hizo Europa con América luego de pestes y hambruna que asoló su continente, pero aún nos queda esperanza, con arduos sacrificios, para resucitar la tierra.
Ahora deberemos valorar y decidir sobre el futuro equilibrado entre artificios de comodidad, movilización y paz y vida con el planeta. Tomemos este horror que vivimos como advertencia rayana en la aniquilación. Instalemos actitudes nobles todos, unos con responsabilidad que su actividad reclama, otros con Dios bajo sus preceptos sin caer en fanatismo abyecto y todos con generosa predisposición de enmienda. Es el momento de desprendimiento de riquezas fatuas. Contentémonos con el regalo maravilloso del viento frío y puro, el rocío que reverdece el brote y la lluvia que canta con melódica sinfonía de rayos y neviscas. (O)