OPINIÓN|
La tranquilidad y soledad de pueblos y ciudades, producto del confinamiento por la pandemia, ha permitido, que nuestro planeta nos hable a todos, y debemos escucharlo, para seguir un nuevo camino de luz, de esperanza; ya que durante muchos años; nos estamos autodestruyendo por nuestras actividades “consumistas”; que trae como consecuencia la extinción masiva de especies, la destrucción de sus hábitats y, se indica que es el origen y la expansión de enfermedades infecciosas, algunas en forma de pandemia como la actual COVID-19.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 75 % de las nuevas enfermedades humanas surgidas en los últimos 40 años tienen su origen en los animales; de hecho, dos tercios de todos los tipos de patógenos que infectan personas son zoo-noticos, es decir saltan de un animal a un ser humano. La pérdida de la naturaleza viva facilita la proliferación de los patógenos.
La destrucción de los ecosistemas y su biodiversidad, en particular en los trópicos y, la eliminación de cientos de miles de especies por la deforestación acelerada; su comercio globalizado de animales silvestres, muchos para el consumo humano, son los motores de la multiplicación de estas enfermedades.
La ONU (IPBES) advierte que hasta un millón de especies afrontan el peligro de desaparecer, como consecuencia directa de las actividades humanas; pues se calcula que un 75 % de la superficie terrestre se ha visto alterada, el 66 % los océanos, y un 85 % de los humedales han desaparecido; el ritmo de deforestación planetaria, fue de 26millones de hectáreas en el 2018, aunque se ha ralentizado algo, toda esta alteración ha permitido la devastación de la biodiversidad en forma de evaporación de plantas y animales. Nuestra Tierra está en Crisis. (O)