La ley de seguridad para Hong Kong tensa la cuerda entre China y Occidente

La nueva ley de seguridad para Hong Kong es necesaria y nadie debería imponer sanciones a China por ello, aseveran los expertos chinos, mientras que entre los hongkoneses abunda el miedo a que la legislación se convierta en un arma de persecución política.

Mientras algunos países occidentales responden airados a la normativa y calculan sus consecuencias, la gran pregunta en la ciudad financiera es si la ley castigará solo a quienes se comportan de forma violenta en las manifestaciones desatadas hace ya más de un año o si establecerá mecanismos para eliminar cualquier conato de disidencia.

Así, organizaciones del llamado movimiento prodemocrático como Demosisto han decidido disolverse para sortear la ley, que establece penas de hasta cadena perpetua para delitos de «secesión, subversión contra el poder estatal (cargo habitualmente usado contra disidentes y críticos), actividades terroristas y confabulación con fuerzas extranjeras para poner en riesgo la seguridad nacional».

Muchos activistas hongkoneses que se oponen a Pekín replantean ahora su estrategia. Temen que China pueda usar el texto para perseguirles por sus ideas -en la manifestación del 1 de julio la Policía local detuvo a varias personas por portar banderas independentistas- y de paso impida su participación en las próximas elecciones legislativas previstas para septiembre.

Contactados por Efe, varios de ellos prefirieron no pronunciarse dado que, si se oponen a la ley, podrían ser inhabilitados.

UNA LEY «DEMASIADO AMPLIA»

China ha asegurado que solo vetará a quienes sean condenados a partir de ahora bajo esta ley, mientras que la jefa del Ejecutivo hongkonés, Carrie Lam, ha reiterado que solamente perseguirá a «una minoría extremadamente pequeña de personas» y que «se protegerán los derechos básicos y libertades de la gran mayoría de residentes«.

En teoría, la ley busca desactivar la mayor crisis recientemente vivida en la excolonia británica tras una oleada de protestas que, en numerosas ocasiones, acababan en graves incidentes violentos entre policía y manifestantes radicales.

No obstante, algunos juristas recelan de su tono y ambigüedad: «La ley es mucho peor de lo que nunca hubiera pensado. No respeta el espíritu de la Ley Básica hongkonesa -la miniconstitución local- y está repleta de términos usados por el sistema socialista de la China continental», comenta a Efe el profesor Eric Cheung del Departamento de Derecho de la Universidad de Hong Kong.

Por ejemplo, Cheung cuestiona el nuevo Comité para la Protección de la Seguridad Nacional en Hong Kong y las llamadas «unidades dedicadas» de la Policía y del Departamento de Justicia locales para hacer cumplir la nueva ley, y critica que sea Pekín quien tenga el «poder jurídico final», es decir, quien tenga la última palabra sobre los casos que bajo ella se diriman.

«Estos comités no estarán supervisados por ningún tribunal hongkonés. Esto no casa con el espíritu de la mayoría de las sociedades civiles de que los poderes públicos deben ser independientes de la Justicia», indica.

Esto tampoco casaría, a su juicio, con la autonomía que otorga el modelo «Un país, dos sistemas» acordado como parte de la entrega de la excolonia británica a Pekín, concretada en julio de 1997, aunque China defiende por el contrario que la ley «reforzará» ese modelo.

Cheung incide en que «el artículo 22 dicta que la ‘subversión del poder estatal’ incluye la utilización de cualquier medio ilegal. Su alcance es demasiado amplio», dejando su interpretación abierta a lo que estimen en cada caso las autoridades.

El abogado agrega que «unas 8.000 millones de personas en todo el mundo deberían estar familiarizadas con la ley porque persigue también a los no residentes» en Hong Kong, donde también se ve con preocupación que quien sea detenido pueda ser juzgado y condenado en China por los delitos recogidos en la ley.

CHINA Y OCCIDENTE, OTRA VEZ DE UÑAS

Las repercusiones que tendrá la ley en las relaciones de China con el resto del mundo están también sobre la mesa: hasta ahora, ha provocado críticas y el rechazo frontal de Estados Unidos o el Reino Unido, así como de organizaciones defensoras de los Derechos Humanos, y generado dudas en la Unión Europea.

Su alto representante para la Política Exterior, Josep Borrell, reiteró ayer su «grave preocupación» por la legislación, y urgió a Pekín a «evitar cualquier acción que socave su autonomía» en el ámbito legal, «incluyendo en términos de derechos humanos» y aseguró que otorga «gran importancia a la preservación del alto grado de autonomía» de ese territorio.

Borrell agregó que la UE «está evaluando las implicaciones de esa ley y seguirá planteando su preocupación en su diálogo con China«.

Tong Zhao, analista del centro de estudios Carnegie-Tsinghua, opina que la ley fortalecerá «el punto de vista que se tiene en Occidente de que China se va a convertir en un poder global diferente con valores diferentes. Estos países aprecian la libertad individual y la separación de poderes, pero el sistema chino hace lo propio con la centralización y la autoridad nacional«.

«Esta brecha ideológica se está intensificando y provocará hostilidad y desconfianza. La ley muestra que Pekín está decidida a enfrentarse por la fuerza a Occidente y defender sus valores. A la larga, esto influirá negativamente a las relaciones económicas, tecnológicas, sociales y entre personas», argumenta.

Otro investigador, Ren Xiao, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Fudan, cree que, «teniendo en cuenta lo que sucedió en Hong Kong el año pasado, la ley era necesaria. Todo país tiene la necesidad del orden público, y nadie puede sobrevivir sin un estado de derecho».

China, opina Ren, no teme las consecuencias, y ha primado defender su soberanía por encima de todo: «Hong Kong será más pacífica y estable. No intenten imponer ‘sanciones’. No es bueno. Deben respetar a China».

Los expertos chinos citados por la prensa local apuntan en la misma dirección y afirman que la ley muestra «la determinación del país por mantener su unidad» y que «mejorará el entorno empresarial de la ciudad», según el experto Ren Jingjing de la Academia China de Ciencias Sociales, citado por la cadena estatal CCTV.

Al respecto, el analista Tommy Wu de la consultora Oxford Economics apunta que «hay muchas razones por las que Hong Kong podrá seguir jugando su papel actual como centro financiero global, incluso aunque no sea de forma tan destacada como antes. China tiene incentivos en garantizar que se proteja ese papel, y además el listón para que Estados Unidos tome medidas drásticas está alto».

REPRESALIAS CONTRA REINO UNIDO, AVISO A NAVEGANTES

China quiere mostrar que no tiene miedo, y ya ha avanzado que tomará represalias contra Reino Unido por anunciar que concederá permisos de residencia y nacionalidad británica a los habitantes de la excolonia que cumplan los requisitos para ello, e incluso acusa a Londres de violar los acuerdos alcanzados para la vuelta de Hong Kong a su soberanía.

Este tratado garantiza asimismo las libertades de las que gozan los hongkoneses frente al resto de chinos, que deberían mantenerse como mínimo hasta 2047 si se tiene en cuenta aquel compromiso.

Pero no es sólo Reino Unido, dado que también Taiwán o Australia han mostrado su intención de dar refugio a los hongkoneses: «China pondrá trabas, seguro. Pero su gran problema es desmentir el fin del principio de ‘Un país, dos sistemas’ y resucitarlo con algo de credibilidad», comenta el español Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política de China.

El experto cree que la ley se veía venir: «El asalto al Consejo Legislativo, la toma del aeropuerto, el abierto apoyo exterior a las protestas… Está claro que Pekín quiere atar en corto a Hong Kong y que la ley tiene el potencial de limitar las libertades. Abre muchas incógnitas y habrá que ver cómo se aplica», añade.

Comienza pues «una nueva etapa» en Hong Kong, concluye Ríos, que estará marcada por «una mayor integración con el continente en el ámbito de la seguridad pero también en lo económico o lo político».

Durante el último año, Hong Kong, conocida como la «Perla de Oriente», ha vivido un periodo de agitación política, económica y social, y las secuelas de las protestas han hecho mella.

Las manifestaciones masivas en la ciudad comenzaron en oposición a un proyecto de ley de extradición y se convirtieron en un hito del bloque prodemócrata, cuyos candidatos lograron una amplia victoria en las elecciones de distrito celebradas en noviembre del año pasado. EFE

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