“El remedio de Arajuno”, el saber ancestral indígena frente a la COVID-19

En Arajuno, un pequeño pueblo de la Amazonía ecuatoriana, están convencidos de haber conseguido una receta para combatir al coronavirus y, como prueba, el bajo nivel de muertes pese a los contagios.

Un poquito de corteza de challua caspi, otro de curi, llushtunda, musuwaska, ayahuasca, chuchuguaza, sacha ajo y jenjibre; todo mezclado y hervido durante 20 minutos o, simplemente, “a trago”, es decir, fermentado en un fuerte licor de caña de azúcar.

La mezcla es lo que ha protegido a los vecinos de la pandemia, asegura el alcalde del poblado, César Grefa, que ha pasado el coronavirus al igual que sus padres mayores.

“Acá en nuestro cantón son más de 500 personas. Oficialmente, en las estadísticas del Gobierno apa- recen 70 (75). Si nos hiciéramos las pruebas estaríamos más personas”, comentó a Efe.

Arajuno es un pequeño y pintoresco poblado de 3.000 habitantes, 10.000 en todo el cantón, a las puertas de los espesos bosques amazónicos ecuatorianos, y que estos días vive sin temor a la pandemia.

No hay mascarillas, ni limitaciones de movimiento, ni restricciones de entretenimiento, y la intención de Grefa es pasar la semana que viene a color verde en el semáforo epidemiológico.

Sin prueba científica

De nacionalidad kichwa, dominante en la provincia de Pastaza, el alcalde recurrió a esta medicina ancestral hace dos o tres meses, cuando uno de los vecinos del cantón murió en un hospital de la cercana ciudad de Ambato (Andes).

Kwilin Alvarado, también kichwa, muestra una planta llamada uña de gato en una plantación privada de quince hectáreas que él mismo cultiva, el pasado 9 de julio, en la población de Santa Clara, provincia de Pastaza (Ecuador). La receta es sencilla. El objetivo, una quimera: combatir la COVID-19 con la medicina ancestral indígena. Pero en Arajuno, un pequeño pueblo de la Amazonía ecuatoriana, están convencidos de que lo han conseguido y, como prueba, el bajo nivel de muertes pese a los contagios. Un poquito de corteza de challua caspi, otro de curi, llushtunda, musuwaska, ayahuasca, chuchuguaza, sacha ajo y jenjibre; todo mezclado y hervido durante 20 minutos o, simplemente, «a trago», es decir, fermentado en un fuerte licor de caña de azúcar. EFE/José Jácome

“Las familias dijeron: ‘Ahora no nos vamos a los hospitales, vamos a quedarnos en las casas y a preparar y curarnos aquí”, relató mientras ofrecía el brebaje a sus visitantes en un pequeño vaso de cristal. Todos del mismo vaso. El paso del liquido marrón-rojizo por la garganta es abrasador, pero la sensación posterior tonificante.

Los vecinos de Arajuno sostienen que , aunque científicamente no exista ninguna prueba.

“Desde un punto de vista científico no tenemos evidencia suficiente para confirmar que ninguno de estos remedios naturales estén ayudando realmente, pero tampoco tenemos evidencia de lo contrario, que sean perjudiciales”, explicó a Efe Rodrigo Henríquez, investigador de la Universidad de las Américas (UDLA).

Participante en un plan de pruebas COVID en la Amazonía, abundó que “en la mayoría de comunidades se utilizan remedios naturales” y que “muchas creen que esto podría haberles ayudado”.

El índice de contagios en las seis provincias amazónicas de Ecuador es oficialmente de casi 5.000, un 10 % de los casos a escala nacional, aunque advierten de un subregistro notorio.

El Estado, aseguran las ONG, no realiza allí el mismo número de pruebas y, por ello, han internacionaizado su lucha para que se les dediquen los recursos necesarios. Además, proyectos como el de la UDLA reflejan índices bastante más altos, y advierten de la amenaza de un “etnocidio” si murieran los ancianos, los poseedores del saber ancestral, advierte a Efe Pablo Balarezo, de la Fundación Pachamama.

La farmacia natural

ACOMPAÑA CRÓNICA: ECUADOR AMAZONÍA – AME1971. ARAJUNO (ECUADOR), 10/07/2020.- Juan Grefa muestra varias plantas con las que tratan la COVID-19, el pasado 8 de julio, en la población de Arajuno, provincia de Pastaza (Ecuador). La receta es sencilla. El objetivo, una quimera: combatir la COVID-19 con la medicina ancestral indígena. Pero en Arajuno, un pequeño pueblo de la Amazonía ecuatoriana, están convencidos de que lo han conseguido y, como prueba, el bajo nivel de muertes pese a los contagios. Un poquito de corteza de challua caspi, otro de curi, llushtunda, musuwaska, ayahuasca, chuchuguaza, sacha ajo y jenjibre; todo mezclado y hervido durante 20 minutos o, simplemente, «a trago», es decir, fermentado en un fuerte licor de caña de azúcar. EFE/José Jácome

Frente a esa amenaza, no son pocos los pueblos que han recurrido a la naturaleza y al saber ancestral, y la de Arajuno es tan solo una de las mezclas y brebajes que circulan.

“La Amazonía es como un laboratorio. Tenemos miles de especies. Al momento hemos preparado siete plantas”, dice un sonriente Grefa, que ha creado dos invernaderos para compartirlas con el mundo. Luciendo un ornamentado “collar del jaguar”, símbolo de su estatus, dice que “hasta ahora solo habían aprovechado lo que les deba la naturaleza” pero que, ante las circunstancias, ha llegado el momento de “sembrar” y “compartir”.

Un polémico médico de Ambato ya ha registrado uno de esos brebajes en Ecuador con fines comerciales, y el de Arajuno va a ser estudiado con la ayuda de la agencia de cooperación alemana, según el alcalde, para demostrar si es efectivo contra el coronavirus.

Pero todos aseguran que no se trata de una “vacuna” sino de una herramienta para fortalecer el “sistema inmunológico”, y recuerdan que el porcentaje de muertos en la Amazonía ecuatoriana está por debajo de la media nacional, 3 % frente a 8,8 %.

“Lo ideal sería hacer estudios para saber los principios activos en estos remedios naturales”, insiste Henríquez al exhortar a pruebas científicas.

Pero explica que el bajo nivel de mortalidad podría deberse también a que los indígenas llevan una vida más saludable.

Energizantes espirituales

Kwilin Alvarado, también kichwa, muestra una planta llamada uña de gato en una plantación privada de quince hectáreas que él mismo cultiva, el pasado 9 de julio, en la población de Santa Clara, provincia de Pastaza (Ecuador). La receta es sencilla. El objetivo, una quimera: combatir la COVID-19 con la medicina ancestral indígena. Pero en Arajuno, un pequeño pueblo de la Amazonía ecuatoriana, están convencidos de que lo han conseguido y, como prueba, el bajo nivel de muertes pese a los contagios. Un poquito de corteza de challua caspi, otro de curi, llushtunda, musuwaska, ayahuasca, chuchuguaza, sacha ajo y jenjibre; todo mezclado y hervido durante 20 minutos o, simplemente, «a trago», es decir, fermentado en un fuerte licor de caña de azúcar. EFE/José Jácome

Transmitida de generación en generación, la medicina indígena se inspira en los conocimientos de los ancianos sobre las plantas medicinales que ofrece el entorno selvático, y que van desde simples hojas a cortezas, pasando por flores, raíces o incluso insectos.

Kwilin Alvarado, también kichwa, no necesita ir a la selva para buscar sus medicamentos; los tiene en un frondoso bosque privado de quince hectáreas, cultivado con sus propias manos, en Santa Clara, a 35 minutos de Puyo, capital de Pastaza.

“Tengo una plantita, matico, que últimamente ha salvado a muchos. Es una plantita que cogimos con mi madre, con un olorcito así como hierbaluisa”, afirma de su propia receta familiar.

Cada mañana, su madre Isabel lo prepara para dársela a sus hijos y nietos, porque es “para prevenir todos los días” y “energizar” el cuerpo. Prepararlo para un posible contagio, física y espiritualmente.

“Toda medicina mete ahí, todo, todo. Ahí ponemos en olla grande así. Casi quince plantas. Todo se pone se cocina dos horitas ya (sic)”, explica a Efe la progenitora en un parco español, mientras con machete corta planta tras planta, corteza tras corteza, de esta farmacia natural que es la Amazonía. (I)

REM

REDACCION EL MERCURIO

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