EDITORIAL|
Tras la renuncia de Otto Sonnenhozner, a la Vicepresidencia de la República, y la aceptación de ésta por parte de la Asamblea Nacional, el vacío constitucional de la falta del Segundo Mandatario, la Función Legislativa designó a María Alejandra Muñoz, debido a que, las diversas bancadas, a excepción de la oficialista “Alianza País”, no quisieron dar el visto bueno a dos de los aspirantes de la terna enviada por el Ejecutivo, la cual contó por lo menos con dos figuras de relieve del Régimen actual, como son María Paula Romo y Juan Sebastián Roldán.
Cuando falta menos de un año para el cambio de mando constitucional en el país, es inusual que existan esta clase de vacíos, que, con acuerdos pragmáticos y sin trasfondos políticos, se hubieran podido superar en menos tiempo, ya que no era conveniente mantener vacante la Vicepresidencia de la República, a la espera de que, al cumplirse treinta días del envío de la terna, como lo prescribe la Carta Constitucional, mediante el Ministerio de la Ley, quede designada la primera persona de la terna, es decir la actual Ministra, María Paula Romo.
La Vicepresidencia de la República, cumple una función importante en la marcha de la Función Ejecutiva, sobre todo como es el actual caso, el Primer Mandatario, sufre limitaciones de orden físico que le impiden estar presente en diversos sitios del país a donde se lo requiere, más aún con motivo de la crisis producida por la pandemia, donde la ausencia física del Presidente de la República, requiere ser suplida, no por un ministro u otro miembro del gabinete, sino por el Segundo Mandatario, lo cual no solamente es un hecho formal que tiene su importancia, sino que el Presidente de la República requiere delegar importantes actividades a su Segundo en el mando de la nación.
Con la elección de la nueva Vicepresidente de la República, es de esperar que la Función Ejecutiva, desarrolle sus actividades en un plano de normalidad, una vez superada la ausencia del Segundo Mandatario.