OPINIÓN|
En un brillante comentario John Holloway planteaba, allá por el año 2002, que “Si no tenemos poder, no hay nada que podamos hacer. Y si intentamos volvernos poderosos fundando un partido (…) o ganando una elección, no seremos diferentes de todos los otros poderosos. Entonces, no hay salida. No hay rupturas en la circularidad del poder”. Y hoy, ante la realidad política de nuestro país, esta reflexión me resulta más vigente que nunca.
¿Cuántos precandidatos se perfilan para las elecciones presidenciales? ¿Cuántos nuevos mesías empiezan a poblar las redes sociales y mientras reinician el juego sucio de los memes, prometen las llaves de paraíso? ¿Vamos a caer nuevamente en las promesas del líder supremo? Y estoy seguro, porque dudarlo, que entre los muchos candidatos que terciarán existen personas preparadas y bien intencionadas. Pero también es verdad que hasta este punto en nuestra historia, todos los gobiernos que han llegado al poder, en un momento u otro, han fallado en la tarea de poner en práctica los cambios anhelados por quienes los llevaron al poder.
¿La razón? Que aún los gobiernos electos en las urnas por la base popular, terminan reproduciendo las mismas relaciones de poder que excluyen al pueblo, ya sea aliándose con los mismos grupos oligárquicos que nos gobiernan desde el inicio de la República o creando una nueva élite de poder al servicio del caudillo de turno. Por eso, la solución tal vez comience por cambiar la noción de la lucha popular y la toma del poder estatal. ¿Por qué no pensar en desarrollar nuestras propias estructuras de colectivos ciudadanos capaces de plantarle cara al poder de turno sin formar parte del mismo?
Sí. Soy un escéptico de la política moderna. Y comprendo, por formar parte de ella, que el sistema político se ha venido degradando por décadas, banalizando y empujando al apoliticismo a los demás. ¿Pero porque no buscar una alternativa? Tal vez es hora de explorar no la apolítica, sino la anti política. La negación de la política turbia y la reivindicación de la política hecha de gente común. Vivida con intensidad. Limpia, como siempre ha debido ser… (O)