OPINIÓN|
La política es consustancial de las actividades humanas: toda persona hace política en mayor o menor grado, algunos con total dedicación al punto de calificase como políticos profesionales y afiliarse a una agrupación política. Bien por ello, porque sin políticos y partidos políticos no existiría sociedad civil, menos democracia. Cuando los políticos y partidos políticos se anulan, todo derecho y libertad se conculca y adviene el pensamiento único, el autoritarismo, la esclavitud y la perversidad.
Los sufragios se hicieron para que el pueblo decida sobre su destino y sobre quiénes los representarán; para ello las agrupaciones políticas ofrecen nombres, ideologías, ideas, proyectos, programas y planes. Una vez escrutado los votos y oficializado los resultados, los políticos triunfantes se convierten en autoridades con claras tareas prescritas en la Constitución, en las leyes, los reglamentos y las normas, que deben cumplirse so pena de ser castigados.
La autoridad no pierde su espíritu político menos su tendencia doctrinaria, pero sí adquiere una responsabilidad puntual con el elector y el pueblo. Por esta condición, el político debe inclinar la balanza a la gestión antes que a la política. Esta debería ser la razón por la cual toda autoridad que aspire a la reelección deba perder el estado de “sujeto político”, excepto si renuncia o pide licencia, como mínima condición.
Una vez que el pueblo los elige para un tiempo limitado, los ungidos deben cumplir con la tarea y no hacer de su cargo una plataforma para catapultarse a otros de mayor rango. La gazuza de poder y dinero hace que los elegidos renuncien antes de cumplir el periodo para el que fueron investidos, demostrando que les importó un bledo la promesa del mandato del pueblo y el de sus ofertas.
La ley debe exigir a la autoridad de elección popular cumplir con su periodo. Si por alguna contingencia tuviera que abandonar, no podría optar por uno nuevo, salvo después del tiempo de su cargo. Este criterio no va dirigido contra nadie en particular, pretende ser un llamado para los que triunfen en las próximas elecciones juren mantenerse en sus puestos hasta la finalización del mandato. ¡El perjurio es penado! (O)