El número de infectados de coronavirus en el país se sitúa ahora en los 5.000.694, tras sumar 31.553 en un día, mientras que el balance de fallecidos subió hasta los 148.228, con 734 muertes en las últimas 24 horas, según el Ministerio de Salud.
El país confirmó su primer caso el pasado 26 de febrero, en el estado de Sao Paulo, donde se han registrado un quinto de los contagios, y menos de ocho meses después la vida parece haber vuelto a la normalidad.
La población ha abandonado, de forma general, el aislamiento social y asumido el virus como parte de su cotidianeidad, animada por el negacionismo del presidente Jair Bolsonaro y por los gobiernos regionales y locales, que siguen con sus planes de desescalada y predican la llegada de una vacuna a partir de diciembre.
La crisis sanitaria está estabilizada en Brasil, con una leve tendencia a la baja, pero con cifras todavía altísimas que se traducen en una media diaria de unos 26.000 casos y 660 decesos por la enfermedad, según los datos de la última semana recogidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
«Aún estamos ante una tragedia y no veo que vaya a disminuir de forma abrupta, lo hará muy lentamente», afirmó a Efe Raquel Stucchi, infectóloga de la Universidad de Campinas y consultora de la Sociedad Brasileña de Infectología (SBI).
De acuerdo con el último informe de Imperial College, el índice de reproducción del patógeno subió ligeramente la semana pasada y ahora se encuentra en 0,99, a un paso de volver a una tasa de 1, cuando se considera que la pandemia está fuera de control.
UNA TASA DE INCIDENCIA DISPARADA DESDE HACE MESES
Brasil, con una población de 212 millones de habitantes, presenta una tasa de incidencia del coronavirus de 2.364 casos por cada 100.000 habitantes, lo cual significa que la transmisión aún es muy alta en todo el territorio nacional.
«Es un número absurdo de total descontrol de la pandemia y preocupa que se traduzca en un tasa de ocupación de camas de terapia intensiva muy grande», advirtió Stucchi.
Ninguno de los 27 estados brasileños tiene un índice inferior a los 1.000 casos por cada 100.000 habitantes.
La media del país es una de las más altas de América, por detrás apenas de Panamá, Perú y Chile y por delante de Estados Unidos; y de Europa, solo superado por Andorra, de acuerdo con la Universidad John Hopkins.
«Es conforme a lo esperado por la flexibilización de las cuarentenas. Los comercios están abiertos, las calles y las playas llenas, sobre todos fines de semana y festivos, y es de esperar que el número de casos aumente», apuntó la infectóloga Umbeliana Barbosa, del Hospital Emílio Ribas de Sao Paulo.
Barbosa cree que esa alta incidencia también responde a que Brasil está diagnosticando de forma más precoz y ampliando su capacidad de realizar test.
No obstante, el dato llama la atención porque algunos países europeos, como España y Francia, con tasas de incidencia de alrededor de 1.800 y 1.100 por cada 100.00 habitantes, respectivamente, han comenzado a imponer de nuevo restricciones a la movilidad y al comercio.
MENOS HOSPITALES DE CAMPAÑA
Mientras, Brasil va en el sentido contrario e incluso muchas gobiernos regionales y locales ya desactivaron algunos de los hospitales de campaña que meses atrás ayudaron a evitar el colapso del sistema público de salud.
En la ciudad de Sao Paulo, la más populosa del país y que reporta cerca de 300.000 infectados y 13.000 fallecidos, no cuenta con ninguno de los tres hospitales de campaña que funcionaron durante los últimos meses y que atendieron a unos 11.000 pacientes en total.
Manaos, capital del estado de Amazonas (norte), que llegó a vivir el colapso de su sistema sanitario y funerario, desmontó el suyo a finales de junio, aunque la semana pasada su alcalde, Arthur Virgílio Neto, defendió adoptar el confinamiento total ante el repunte de casos.
En Río de Janeiro, el Gobierno regional planeó hasta la construcción de ocho, al final abrió solo cinco y bajo sospechas de corrupción, pero ya ha cerrado todos, y actualmente solo recibe pacientes en uno administrado por la Alcaldía.
En paralelo, la tasa de ocupación de camas de terapia intensiva para casos de COVID-19 ha aumentado en los últimos días hasta situarse por encima del 70 % en la ciudad de Río.
Rara es la situación en Ceará, cuyo Gobierno informó que los siete hospitales de campaña que montó seguirán en pie porque «la pandemia aún no acabó».
Las dos especialistas consultadas por Efe consideran que el cierre de los hospitales de campaña en esas y otras regiones del país está justificada porque la presión hospitalaria ha disminuido en algunas zonas y el coste de mantenimiento es muy alto como para tenerlos activos por si acaso se produce un repunte.
No obstante, Barbosa, que también es miembro del comité científico de la SBI, afirmó que es necesario tener encendidas todas «las señales de alerta».
La situación «aún es preocupante», añadió. EFE