OPINIÓN|
Cuidado y se nos olvida el tiempo del abuso y derroche en el Ecuador. Cuidado y no miramos que la crisis financiera que afrontamos no es producto de la pandemia, sino de los años del despilfarro y ausencia de un modelo económico para el país.
Cuidado y somos presa fácil de intereses de vanidad. Cuidado y dejamos de pensar en el futuro por escuchar a emociones de corta razón. El show, tarima y magia discursiva tienen límites irreconciliables: cuando llega la hora de las decisiones responsables y con visión para el futuro del Ecuador. Sintonizar con el electorado no es sinónimo de un neopopulismo que haga repaso por las instrucciones de la propaganda adaptada a la influencia que esconde por detrás pasiones, resentimientos y un intento de exorcismo a las herencias y frustraciones.
Por ejemplo, cuando Hitler escribió su obra cumbre “Mi lucha”, sostuvo que el fundamento central para gobernar es comprender que las multitudes tienen una gran facilidad para el olvido y que la comunicación política en consecuencia debe basarse en tres o cuatro puntos limitados. Decía también que “(…) la muchedumbre no está en condiciones de discernir dónde comienza la ilegalidad y dónde termina.”. Cuidado y seamos -con una sonrisa y discurso- presas del experimento.
Cuidado nos quieran envolver. El acceso a la información a través de canales digitales a supuesto un cambio sustancial en la forma de comprender el mundo, instituciones y necesidades sociales. Al día de hoy es muy difícil encontrar en la desinformación o mentira, razones para el error y confusión al momento de elegir y dar respaldo a un candidato. Desde el retorno a la democracia en el Ecuador del año 1979, hemos debido afrontar una serie de vicisitudes entre las que están una invisibilización a reclamos sociales, errores de planificación, corrupción, pero además una acreciente intención por perpetuarse en el poder en ruptura de los estándares de la democracia, vida digna y respeto al Estado de Derecho.
¡Cuidado y nos vuelven a engañar! Cuidado y la magia del discurso con rostro de espontaneidad -pero estudiado y pensado- se impone para mañana destruir al país. (O)