Las pernoctaciones bajo la modalidad del «glamping» se han convertido en tendencia en Ecuador para aquellos que buscan un plácido lugar en medio de la naturaleza por la seguridad que ofrecen en plena pandemia frente a otros destinos.
Domos transparentes, burbujas al aire libre y cabañas con una vista imponente de las estrellas, es lo que ofrece esta forma de hacer turismo, cuyo nombre responde a la fusión en inglés de las palabras «glamour» y «camping»: «acampar con glamur».
«Ahora prefieren estos lugares porque las habitaciones están separadas de 50 a 100 metros cada una, tienen servicio de habitación y son al aire libre», indicó a Efe Carlos Sarango, propietario y administrador de Samay Collections, uno de los hospedajes que brinda esta experiencia en los alrededores de Quito.
TURISMO SEGURO
La pandemia obligó al aislamiento de la población durante varios meses para dar paso en junio a una desescalada paulatina que ha puesto en boga estos lugares, precisamente, cuando el sector turístico se desplomaba.
El castigado sector perderá hasta finales de año cerca de 2.000 millones de dólares y la opción del turismo nacional se proyecta como una de sus salidas en tiempos de tormenta.
El «glamping», que existe en otros muchos países desde hace ya años, ha asumido un rol particular en la nación andina por su profusa naturaleza, según Sarango, por lo que cada vez tiene mayor predicamento.
Ubicado junto al río Wambi en Tababela, a veinte minutos de Quito, el Samay Collections tiene diez bungalows de lujo en un entorno natural, y después del confinamiento inicial ahora experimenta un inusitado renacer.
«Cuando reabrimos, el alojamiento comenzó a recibir más huéspedes que antes de la pandemia. Antes recibíamos 600 al mes, ahora son más de 800», dijo el propietario, que atribuye este éxito a la distancia entre cabañas, que permite al turista mantenerse completamente separado de otros huéspedes y evitar posibles contagios.
El registro se hace a través de la web y «los huéspedes van directo a la habitación», acotó.
UN NUEVO SECTOR
La pandemia llegó a Ecuador a finales de febrero y tuvo en los primeros meses un fuerte impacto de miles de contagios, principalmente en Guayaquil, situación hoy estabilizada, mientras se mantiene un incremento progresivo pero controlado de los casos.
En las últimas 16 semanas la curva epidemiológica tiene tendencia descendente en la mayoría de las provincias y, según las estadísticas más recientes, los contagios acumulados ascienden a 167.000 y los fallecidos a unos 12.650.
En este contexto el «glamping», que llegó a Ecuador hace apenas un año, ha encontrado un nicho para el crecimiento al ofrecer al cliente una experiencia sensorial que combine la acampada al aire libre con el lujo, en tanto que los mejores hoteles ven sus instalaciones vacías desde hace meses con ocupaciones promedio que no superan el 10 %.
El precio también lo justifica: un promedio de 150 dólares la noche en «glamping», frente a los 400 en un hotel de lujo.
Según los portales GlampingHub y Booking.com, existen un total de 24 establecimientos que se autodefinen bajo esta modalidad de hospedaje, con instalaciones en zonas costeñas, serranas y amazónicas que apelan en la mayoría de los casos al ecoturista.
El volumen de ingresos que aportan al sector se desconoce, por ser una tendencia reciente en Ecuador, pero cada vez más proliferan iniciativas que combinan naturalismo y un turismo sostenible en regiones de bajo desarrollo pero enorme riqueza natural.
Y si Ecuador se suma a esta tendencia mundial con algo de retraso, la iniciativa privada va cerrando la brecha con la combinación, por ejemplo, del turismo de aventura.
Es el caso del Munay Adventure Hostel, incrustado en el parque de aventura más grande del país, el «Nayón Xtreme Valley», en el sector San Pedro del Valle, al norte de Quito.
En sus cinco hectáreas ofrece actividades extremas como canopy (tirolesa), balancearse en un «columpio extremo» e incluso cruzar el puente tibetano más prominente del país con 300 metros de altura.
Andrés Merino, su propietario y gerente, reconoce que el confinamiento les obligó a «reinventarse», lo que ha posibilitado que su alojamiento, al filo de un gran cañón, se mantenga siempre lleno desde la reactivación.
«La pandemia nos potenció porque ahora los turistas prefieren lugares al aire libre», explica sobre su hostal en plena naturaleza en el que anteriormente a la emergencia recibía 100 personas al mes, y actualmente alrededor de 500.
UNA NUEVA FORMA DE VER EL MUNDO
Otro ejemplo de emprendimiento natural y glamuroso es el de Glambú, en la provincia amazónica de Zamora Chinchipe, al sur del país, que reclama ser el primer «hotel burbuja» de Ecuador.
Su fundador, Alex Ludeña, explica que esta peculiar forma de hacer turismo está pensada para dormir a la «intemperie» sin descuidar la comodidad de un hotel de lujo.
«Nosotros nos inspirarnos en las sensaciones del camping tradicional, pero adaptamos ciertas cosas que hacen la estancia más agradable», afirmó a Efe.
Cada una de sus tres «burbujas» -aspira a tener cinco- tiene 270 grados de visibilidad y están estratégicamente ubicadas para que los huéspedes se conecten con la naturaleza y el espacio y, sobre todo, puedan aislarse y olvidar por unos días al fatídico virus. EFE