A sus 34 años, el “doctor Romero” ya ha perdido la cuenta del número de vidas que ha salvado, aunque en realidad, nunca las cuenta porque para él y sus compañeros cada vida cuenta.
Al igual que él, el personal de salud y de apoyo de los hospitales y clínicas de la cuidad recibieron este año la única presea que entregó Cuenca por el Bicentenario de su Independencia el pasado 3 de noviembre, y los merecimientos les sobran.
Juan Romero atendió desde el primer día de la pandemia en el área de emergencias del hospital Vicente Corral Moscoso. A la deshidratación por el uso constante del traje de protección del área cero se sumaron lesiones en su rostro por el uso de visores y al segundo mes de la emergencia sanitaria se contagió de COVID.
Estuvo aislado en su casa, totalmente solo, con la esperanza de que los síntomas no le lleven a ocupar una de las camas en las que había atendido a decenas de pacientes de COVID.
Permaneció lejos de su familia, pasó horas sin dormir y luchando contra el virus en su propio cuerpo, pero pese a esto lo primero que hizo al recibir el alta fue vestirse de azul y volver al área cero.
Las enfermeras
Con turnos de 24 horas seguidas en algunas ocasiones, el distanciamiento de su familia al inicio de la pandemia, miedo al contagio y largas horas de combate, Belquis Bustamante y sus compañeras enfermeras llevan meses de una lucha sin descanso.
La licenciada en Enfermería comenta que al inicio fue duro, los trajes las dejaban con “una sed terrible”, tenían lesiones en la cara, no veían a su familia y el miedo al contagio era grande.
Comenta que la mayoría del personal de salud que labora en el área COVID eventualmente contrajo la pandemia y tuvo que batallar de frente con la enfermedad. “Afortunadamente no hemos tenido muertes de compañeros, pero sí casos graves” comenta.
La fe, la amistad y el espíritu de una lucha conjunta los han salvado, dice Belquis, quien con cadenas de oración, apoyo y ánimos, junto con sus compañeros, ha vencido día a día a la muerte.
Su trabajo no ha sido en vano, Cuenca es una de las ciudades con menor letalidad a causa del coronavirus en el país, explica la epidemióloga Andrea Gómez Ayora, quien reconoce que el trabajo del personal de la salud “ha sido arduo e importante”.
Las vidas salvadas son el mejor homenaje que reciben, afirma Belquis, quien agradece por el reconocimiento hecho por el Concejo Cantonal para ella y sus compañeros, pero pide a la población algo más que aplausos.