La primera sonrisa de un bebé, así como el dolor ante la muerte, son los gestos que marcan la aparición de la conciencia en el difícil camino, raras veces aprendido de ser hombres.
Me pregunto: ¿Cuándo fue la última vez que anduvimos con una sonrisa en el rostro, la alegría en el corazón y una sensación de plenitud, de total satisfacción de sentirnos vivos? Veamos a nuestro alrededor: la política es algo muy serio, los negocios y la profesión son algo serio, el deporte, incluso la sexualidad y la comida, dos elementos que deberían proporcionarnos placer, sean convertido en una cosa seria.
En el proceso de aprender la experiencia mundana, violentamos más de una vez a nuestra naturaleza original, pues aprendemos a endurecernos, a ser artificiales y a menudo fríos de corazón y hasta crueles; de modo que a medida que uno se envanece de ganar cada vez más experiencia del mundo, los nervios se vuelven menos sensitivos y más endurecidos; esto es más notorio en el mundo de la política y de los negocios.
Como resultado de lo anteriormente mencionado, vemos el “GRAN BUSCAVIDAS”, que empuja a una persona o a un pueblo, hasta llegar la cumbre del poder político, económico o social y hace a un lado a todos los demás.
Todo rostro es una máscara. Se me ocurre entonces que es posible establecer una suerte de tipología de los rostros políticos del mundo, es decir de sus máscaras.
Quizá los principales tipos sean, el del hombre de éxito; el de quien quiere lucir como intelectual, pero no puede; el del verdadero intelectual que no quiere parecerlo, pero se delata en sus gestos y sus palabras; el del autosuficiente, que a veces se confunde con el perdonavidas; el de quien se cree triunfador antes del triunfo.
Hay también, desde luego, los rostros anodinos de la ingenuidad y los rostros peligrosos de la astucia; hay los que nacieron para mártires y no logran ser crucificados, Hay los rostros resentidos que llegan al poder y se convierten en “escultores” de los rostros del hambre y la miseria; y los rostros deslumbrados por la ambición, como el actor novato cuando sale de pronto al escenario político y busca vanamente ser miembro del parlamento.
No sé, si estos modelos calzan en los rostros de los flamantes candidatos a dirigir nuestro vapuleado Ecuador. Todavía no he mirado sus fotografías. (O)