Pantalón, botas, bigote y saco en mano. Vicente Guzmán es uno de los voluntarios que se prepara para vestirse de Santa Claus y salir en una caravana a repartir juguetes, ropa, sonrisas y alimentos a cientos de niños desfavorecidos en dos ciudades que son el reflejo de la pobreza en Venezuela.
El hombre mágico de la Navidad, al que todos los niños le piden juguetes, ha convertido parte de sus obsequios en alimentos para regalárselos a quienes más lo necesitan en un país donde, según estimaciones de ONG, la pobreza alcanza el 80 % y 40 % de la población sufre de malnutrición.
Acompañado de casi 50 duendes, algunos, a su vez, payasos de la ONG Doctor Yaso, el denominado «Santa en las calles» saluda a quienes se encuentra en el recorrido de camino a las comunidades pobres de Araira, Vista Hermosa, La Bloquera y El Calao, ubicadas en las ciudades satélites de Caracas, Guarenas y Guatire.
Su intención es hacer que la generosidad sea el «mejor regalo de Navidad», sobre todo en momentos en los que el país se ha visto afectado por la pandemia de la covid-19, una enfermedad de la que es consciente y por la que trata de tomar las medidas preventivas, aunque sin lograrlo del todo.
Pero más allá de ello, para Santa la misión es clara: regalar sonrisas y repartir los donativos (ropa, zapatos, juguetes usados y nuevos y alimentos) a niños, desde el sábado 19 hasta el lunes, 21 de diciembre, con motivo de la Navidad, y el próximo 6 de enero, por el Día de Reyes.
En la primera jornada, busca beneficiar a cerca de 2.000 niños desfavorecidos por la falta de recursos de sus padres, desempleados o con un salario pírrico que llega a poco más de un dólar.
Entre esos pequeños también están aquellos que han sido abandonados por sus parientes luego de emigrar en medio de la acuciante crisis que se refleja en una hiperinflación que ya lleva 37 meses.
«Nunca han tenido un juguete»
Al llegar a las comunidades, Santa es recibido con abrazos, risas y muchas peticiones. Los niños sueñan con tener bicicletas, patines, radios, teléfonos, muñecas, o al menos eso es lo que le manifiestan los pequeños de la Casa Hogar La Milagrosa en la comunidad de Araira.
«Son niños que nunca han tenido un juguete (…) ve, por ejemplo, la expresión de muchos niños, la alegría, porque para ellos la Navidad aquí es algo especial», dice a Efe la hermana María Olga Rueda, quien dirige la casa desde hace, aproximadamente, 13 años, sobre la satisfacción de los niños al ver a Santa.
La monja, de 73 años, relata cómo ha inculcado a los niños el significado de la Navidad, del compartir y cómo trabaja, junto a otras tres mujeres, para que los chicos puedan tener una cena, regalos y un momento especial durante la Nochebuena.
«Gracias a Dios tengo la agenda bien cumplida, tengo sus regalitos que mandó gente, amigos que tengo en Estados Unidos que me han mandado, como de aquí Caracas, Guatire», agrega tras recordar que el mantenimiento de la casa se debe a apoyos privados y de la Gobernación del estado Miranda (centro).
A su cargo tiene a niños en edades comprendidas entre los 7 meses y 16 años. Todos, asegura, reciben educación, atención médica y alimentos, aunque desde el Gobierno no le han apoyado más con el programa alimentario y ha tenido que resolver con donativos privados.
A estos niños de la casa hogar se suman los de la comunidad que, a pesar de tener a sus padres cerca, también ven complicado el acceso a un juguete, ropa o algún dulce. Se emocionan de la misma manera al ver llegar al Santa de las calles que al final de la jornada se dedica únicamente a repartir alimentos a quienes no tienen un techo.
La situación de estos pequeños contrasta con la primera impresión que da Caracas en un recorrido por sus zonas más céntricas, donde, con facilidad, se mueve la moneda estadounidense y se observan numerosas tiendas de alimentos, ropa o calzado importado que terminan por aparentar una leve mejoría de la crisis que en la mayoría de los hogares solo se recrudece.
Con solo adentrarse en la favela más grande de Venezuela ubicada en Caracas, Petare, se pueden encontrar familias que buscan la forma de subsistir y rescatar alguna tradición navideña a pesar de la precariedad de sus condiciones sociales.
Tal es el caso de Viviana Colmenares, una joven de 27 años, madre de 7 niños con edades entre los 7 meses y 11 años y cuyo esposo trabaja en un restaurante percibiendo salario mínimo mensual que al día de hoy es equivalente a 1,12 dólares, según relató a EFE.
El Santa con duendes reporteros
La joven acudió el viernes a una iniciativa de solidaridad en la que recibió de manos de un Santa un regalo para cada uno de sus hijos.
Esta actividad provino de un grupo de periodistas que crearon la iniciativa «Un juguete, una buena noticia» para apoyar a las personas de más bajos recursos que conocieron durante el año en coberturas.
Otro de ellos fue José Rojas, un cocinero y padre de cuatro niños en situación de desempleo y sin una vivienda, luego de que su casa se derrumbara por la inestabilidad del terreno.
Rojas, que actualmente sobrevive con algunos trabajos temporales, también guardará para Navidad los regalos que le fueron donados para sus hijos y que agradece porque «ayudan a darle un alivio» en medio de la situación del país.
En «Un juguete, una buena noticia» los regalos también fueron cestas con alimentos básicos que incluían, huevos, queso, pasta, arroz, enlatados y otros no perecederos a fin de ayudar a unas 40 familias -que incluyen a 100 niños- de varias comunidades populares de Caracas como lo son Catia, la Pastora, Propatria, La Candelaria y otras.
La iniciativa, que dirigen cinco periodistas en Caracas desde 2017, entre ellos, Rayner Peña, de la Agencia EFE, ha crecido este año y ahora también continúa su labor en estados como Guárico o La Guaira (centro), donde prevén beneficiar en los próximos días a 85 y 150 niños, respectivamente. EFE