Se identifica la navidad con la paz y el amor. En las guerras se dieron casos en que esta noche, en los lugares de batalla, tuvieron lugar treguas. Al margen de estas perversiones de la humanidad, vale la pena reflexionar en que la referencia se proyecta a la paz interior, a la del espíritu, robustecida por el amor. Por naturaleza los integrantes de nuestra especie somos conflictivos, lo que puede desembocar en agresiones, pero podemos controlar nuestras pasiones y enrumbar adecuadamente nuestros sentimientos para superarlos. Para lograr la tan deseada armonía en los entornos sociales en que vivimos, tiene mucha importancia que se de este cambio interior que nos proporciona felicidad.
Siendo imprescindible vivir en relación con otras personas de diversa índole, la vinculación con los demás está orientada por el amor y el odio. En el segundo caso, aunque no se llegue a agresiones físicas ni a violencias el rechazo y la agresividad a los demás deteriora nuestros espíritus. Si es que el amor predomina, nuestros espíritus llegan a la armonía que todos buscamos. La paz es una condición cultural que todos anhelamos; para que realmente tenga lugar, tiene que primar una actitud positiva en nuestros espíritus que destierre el odio de nuestros corazones ya que esta actitud separa a la gente, mientras que el amor une.
En la visión cristiana, la llegada de Cristo transformándose en ser humano, es una actitud de amor sin precedentes, ya que los hizo para que la humanidad supere sus condiciones negativas imitando, esta manifestación divina. El amor real se expresa en actitudes para organizar la vida y no en meras declaraciones. Lo ideal sería que esta situación anímica que predomina en navidad se mantenga todo el tiempo superando el egoísmo y las pretensiones personales y considerando a los otros, no rivales ni enemigos, sino hermanos. Disfrutemos de esta navidad y robustescamos nuestra paz interior como pauta de conducta permanente.