Para darle vuelo a su creatividad, y ya con proyecto propio, hace año y medio, Carlos Simón dejó Lima (Perú) para recorrer América Latina en busca historias de vida de personas con las que se cruza en el camino, las encuentra en los parques, en los malecones, en fin, donde su olfato periodístico lo dirija.
Estudiante del “Leoncio Prado”, el plantel militar “inmortalizado” por Vargas Llosa en su obra La ciudad y los perros, Simón asistió a un taller sobre periodismo. Esto le marcó su vida. Abandonó la idea de querer ser militar y se inclinó “por el oficio más hermoso del mundo”. Así que estudió en la Universidad “César Vallejo”, el nombre del poeta mayor del Perú cuya obra la revisamos brevemente durante la charla; al igual que la de otros literatos que plasmaron la vida limeña con todos sus matices en sus obras.
Dejó una radio, en la que hacía de todo, incluido la locución. Tiene excelente voz. Antes laboró en una revista sobre economía.
La falta de creatividad en esos medios, más las ganas de conocer otros lares, otras culturas, otras personas, sobre todo a la gente de a pie, hizo que Simón resolviera dejar la monotonía, a sus padres, hermanos y amigos.
Con una mochila, una cámara fotográfica, un celular y una libreta de apuntes, comenzó su aventura periodística.
Carlos Simón, por lo general viaja a dedo. Ha aprendido a vivir con lo básico. Hace trabajo voluntario en hostales o donde le dan hospedaje. Ha vendido pequeños platos de comida de manera informal. Es buen cocinero, además. Cuando no lo consigue, no hay problemas: arma su carpa, y listo.
A raíz de la pandemia el gobierno peruano liberó el Fondo de Pensiones. El suyo lo tenía por su trabajo en la radio y la revista. Los 2.500 dólares los invirtió en el negocio de camiones que tiene su padre. La renta que le produce le ayuda para financiar en algo su aventura.
Llegó a Brasil. Ha estado en Rio de Janeiro, Sao Paulo, entre otras ciudades. En la primera gran metrópoli “se la jugó” yendo a una favela: la Rocinha.
Camino a Sao Paulo alzó dedo para que le den un aventón. Su sorpresa: ver a un hombre gigantón, famoso en esa ciudad. La historia de vida de este personaje se la encontró en la vía, y la contó.
A Carlos Simón, sobre todo le gusta hablar con las personas de la tercera edad por su experiencia de vida. En Montevideo –Uruguay- conoció a la señora Tana. A ella, debido al cáncer le extirparon un seno; se le murió la hija, luego el esposo, y le quitaron la casa. “Es decir, todas las calamidades juntas”.
Pero la señora Tana se sobrepuso. Le habló con autoridad, más que nada del valor de perseverar. Otra historia humana que registró el periodista mochilero, para quien “muchas veces las personas viven de fantasías, se compran cuentos, cuando lo único cierto es su trabajo, sus ganas de vivir”.
Así es que Carlos Simón llegó a Ecuador. Primero a Quito; luego a Cuenca. Aún debe andar por aquí. Si no es así, andará por Guayaquil, su próximo destino.
Ha registrado historias sobre intentos de suicidios, de chicas que quieren abortar porque se embarazaron sin desear un hijo, o sus parejas no las permiten; de chicos homosexuales rechazados por sus padres; de la joven a la que, en plena cuarentena, su madre la echó de casa solo porque temía perder a su segunda pareja que tenía dinero.
Ni qué hablar de la historia del alcohólico mujeriego, al que le amputaron la pierna a raíz de un accidente de tránsito. Le dejó la esposa. Todo esto le cambió le cambió la vida a este hombre.
También la del músico, al que su mujer le abandonó porque no era rentable para mantener el hogar, pero él siguió con su arte.
Igual, la de la mujer colombiana que abandonó la guerrilla; ni se diga la del colombiano que se internó en Iquitos -Perú- persiguiendo un amor que no lo corresponde, pero que sigue insistiendo.
¿Cómo las consigue? En las vías, en las calles, en los parques, en los malecones. De pronto, por ahí. La intuición periodística le ayuda a percibir si las personas estarían predispuestas a contar sus vidas.
Primero les comenta sobre su proyecto. Si lo aceptan, qué bueno; si no, no pasa nada. Se sienta en el piso para escucharlas. Esto da confianza. Y listo.
Carlos Simón, por ahora, en pequeñas cápsulas, pero escritas con “puntería” para interesar, sube estos microrelatos a su blog “Personas de Latinoamérica”, con el que “busca romper la burbuja de ficción de las redes sociales a través de la difusión de historias de vida”.
Este joven, de 30 años de edad, con su proyecto se ha propuesto “humanizar el contenido presente en las redes sociales”, que “nos bombardean a diario con imágenes donde todo es perfecto”, en las que “los usuarios construyen una personalidad virtual que más de las veces no se corresponde con la realidad.”
Pero el objetivo de Simón, a mediano plazo es plasmar esas historias en un libro. Este proyecto será otro desafío, comenzando por el financiamiento.
Por ahora está en Ecuador. Extraña a sus padres y hermanos; pero también, a la inversa.
Pronto irá a Colombia. Luego volverá a su país; después reiniciará la andanza. Y así seguirá en su aventura, haciendo lo que que nunca dejará de hacer, porque no hay otra forma de hacer un periodismo de “carne y hueso”; y qué mejor, introduciendo esa realidad en las plataformas digitales, que son una especie de burbuja en la que la gente, por lo general, se esfuerza por ocultar la suya, acaso por asomarse como popular. (JDF)-(I).