Situaciones negativas como catástrofes, conllevan elementos positivos para la vida humana. La pandemia que agrede al mundo en estos tiempos nos enseña, en medio de las molestias y temores, a hacer frente a situaciones no previstas y afrontar problemas en buena medida desconocidos para el ordenamiento de la vida. En el caso que comentamos nos obliga a cuestionar la creencia en la “infalibilidad” humana, en el caso del enfrentamiento, frente a enfermedades. Lo desconocido obliga a intensificar la creatividad que, en buena medida ha sido un motor para el desarrollo histórico de los pueblos que, de una manera u otra, ha hecho que progresemos ante los retos de la vida.
Ante la incertidumbre y ausencia de medicamentos apropiados, como medida preventiva para evitar la contaminación, el aislamiento parcial es imprescindible y las disposiciones legales para intensificarlo –que para algunos “atenta contra la libertad”- debe ponerse en práctica. Es posible usar intervenciones estatales para conseguirlo, pero ante todo es indispensable la disciplina individual con todas las limitaciones que trae consigo. Es normal que nos defendamos ante los daños individuales de esta enfermedad, pero, ante todo, tenemos que pensar en el daño que puede causar a otros. Vivir en sociedad requiere el respeto a los demás superando aspiraciones egoístas.
Para bien o para mal estamos dotados de libertad que debe ser aplicada en forma adecuada en las relaciones individuales y colectivas. Contrario a nuestra naturaleza es privar de libertad a ciudadanos como ocurre con gobiernos totalitarios, pero usarla arbitrariamente es otra forma de abuso que atenta contra el ordenamiento colectivo. Es in dispensable que esta facultad la administremos responsablemente sujetándonos a disciplina individual y social. La observancia del aislamiento a causa de la pandemia debe ser aceptada y acatada, lo que se plantea como un reto al ordenamiento tradicional de las existencias. Aceptémoslo.