A un mes ya de la segunda vuelta, la poca eficacia del Código de la Democracia apoyado y sostenido por el Correísmo, deja al país en la más grande incertidumbre electoral de todos los tiempos.
Mientras el gobierno de Lenin prepara su salida luego de un período crítico en todos los sentidos, el país se hunde en la indefinición, la duda si habrá de cumplirse el calendario electoral previsto. Será un aviso para visualizar a una frágil democracia basada en criterios personales, empobrecidos por la orientación de un juez que se reúne con el candidato involucrado en reclamos: las grandes coincidencias del tiempo y el espacio, se encontraron justo a la misma hora y en el mismo baticanal, y conversaron de todo menos de la esencia que les juntó. Nadie les cree.
En general, estaríamos adviniendo al peor de los escenarios de los que recuerde nuestra historia electoral. Mientras pasan los días, las redes sociales están inundadas de prefacios de la campaña, supuestamente esperando el día de inicio de la campaña oficial. Los ecuatorianos, que acudimos en un 80 % del padrón electoral a las urnas, esperamos definiciones porque el país no aguanta más.
Las propuestas no han cambiado. El candidato del Correísmo, con un absoluto cinismo, reitera su alineación al modelo Chavista-Castrista y recibe orientación a través de las reuniones clandestinas que se realizan en algún lugar del mundo, con el prófugo de la justicia al mando, los auto desterrados y algunos de los personajes políticos que siguen en la palestra pública, por obra y gracia del engaño de las votaciones de los incautos.
Los ecuatorianos esperanzados en un cambio, luchan por llegar al amanecer de sus anheladas ilusiones de tener empleo, libertad y oportunidades; este propio escenario de una democracia inhábil, dejan la zozobra de no poder planificar el futuro, construir metas, buscar objetivos. Si por obra y gracia del CNE y el TCE las elecciones de la segunda vuelta se aplazan, se habrá demostrado que todo lo actuado en materia electoral ha sido un fiasco. (O)