Vivimos una época de ofertas de campaña, algunos asuntos de tinte populista, lo cual limita con lo imposible, lo absurdo y lo falacioso. Abona lo citado, la ausencia de elemental cultura política y la apatía, el hambre y la desnutrición infantil crónica, que incrementa la problemática que vive el Ecuador.
Lo primero es luchar arduamente contra la corrupción tan enquistada en todos los estamentos y gestora de un verdadero cáncer en la fisiología gubernamental, que impide un normal desarrollo y progreso de la sociedad como fruto de un Estado alineado con el respeto en todos los órdenes. Debe ser la educación un puntal en la política, sólo así se pueden alcanzar mejores estadios en el desarrollo. Un combate frontal a la pobreza no con dádivas ni regalitos, sino con una política agraria de apoyo estatal, un sistema educativo de tecnología a nivel bachillerato, que permita el emprendimiento del joven con créditos blandos, menos trámites e impuestos, generación de competitividad en un mundo global con el cual debemos conectarnos mediante tratados de libre comercio que requieren calidad, innovación y creatividad.
Reducción de la burocracia como freno del emprendedor y de sus sueños innovadores en un país competitivo, donde crezca el desarrollo industrial y comercial, con una verdadera transferencia de tecnología entre la investigación en las Universidades que deben gozar de autonomía y sus beneficiarios en las filas industriales, que generen más producción y reduzcan las importaciones, valorando la producción y la mano de obra nacionales, con un impostergable apoyo al agro, para industrializar y exportar sus frutos, cuyo desarrollo es el verdadero futuro de la economía ecuatoriana, más aún cuando la inversión en diques y almacenamiento hídrico en la costa fue realizado con este fin. (O)