“Están en casa y no hacen nada”, es una de las frases que ha escuchado Ximena Arévalo en esta pandemia. Ella solo se ríe y sigue con sus actividades que aumentaron cuando le tocó trasladar su trabajo a su hogar, en donde ya no hay una división: allí es profesora, madre, trabajadora de hogar, esposa y responsable de un sinfín de tareas.
Con el teletrabajo y la suspensión de las clases presenciales, Ximena tiene que batirse con un montón de responsabilidades que la agotan. Hay días en que siente que ya no puede más, sin embargo, no hay de otra, sus hijos la necesitan, sus estudiantes la necesitan y los padres y madres de familia la necesitan.
“Dicen que estamos en la casa sin hacer nada, pero yo tengo el mismo horario de trabajo, tengo que atender a los estudiantes, tengo buscar a los padres y a los estudiantes que no se conectaron a las clases, tengo que indicarles lo que deben hacer, tengo que estar responsable de mis hijos, tengo que nivelarlos, y trato, solo trato porque es difícil”, dice Ximena Arévalo.
Ximena es profesora de inglés y está a cargo de docenas de estudiantes; Ximena tiene tres hijos: la mayor está en tercero de Bachillerato, el que le sigue está en sexto de Básica, y el último está en segundo de Básica.
Para ella, según sus palabras, fue un choque tener que cambiar sus actividades que antes de marzo de 2020 ya eran complejas cumplirlas a cabalidad. Pero Ximena no tiene más opciones, así como las miles de mujeres de Ecuador.
Según un estudio llevado a cabo por la ONU, denominado “Efectos de la emergencia sobre la vida de las mujeres: economía y cuidados”, el 76% de las mujeres de Ecuador dijo que su trabajo se incrementó durante el confinamiento de 2020.
Antes del arribo de la COVID-19 al país, por lo menos los niños estaban en las escuelas. Y en ese tiempo, de alguna manera había la posibilidad de cumplir con otras actividades, ya sean laborales o de estudio.
Pero, con un hogar que alberga un amalgama de actividades tras la suspensión de la presencialidad de alguna de ellas, muchas cosas han cambiado.
En el caso de Ximena, al tener la formación pedagógica, de alguna manera ha sabido sobrellevar las necesidades, no obstante, ¿qué sucede con las madres que necesitan de estudios especiales, y que no los tienen, para cuidar a sus hijos?
Necesidades especiales
Allison Arias tiene un hijo con síndrome de Down. Hasta antes de la pandemia, el niño tenía ya un ritmo de vida que había sido trabajo entre su hogar y la escuela a la que él asistía. Allison, con la ayuda de profesionales, sabía lo que debía hacer.
Pero llegó la emergencia sanitaria y los cambios fueron complicados porque las clases virtuales a él no le servían. Con la necesidad imperiosa de moverse, el niño se volvió todavía más inquieto. Y Allison tiene que estar allí, a su lado, pendiente de cada una de las acciones que él hace.
“Ha sido muy duro en todo sentido de la palabra, primero por el aprendizaje. Por su condición es muy difícil. No se queda sentadito. Yo trato de ayudarle pero es súper duro”, dice Allison.
Con el relajamiento de las medidas sanitarias, Allison encontró ayuda a través de un centro del Gobierno. Los abuelitos del niño, que también han sido fundamentales en esta pandemia, son un complemento para Allison.
Aun así, lo días son complejos y frustrantes, y cuando Allison ya no puede más, llora y se desahoga con su mamá.
“Hay días en que me coge el estrés y me da por llorar, pero mi mamá me ayuda y me aconseja, ella me dice que debo tener paciencia. Y lo que nos queda es eso: apoyar al niño, enseñarle, tener paciencia”, dice Allison.
Tomar medidas
Una de las maneras de desestresarse de Ximena Arévalo es conversar con sus amigas. Con ellas se desahoga para soportar la carga laboral en esta pandemia. Otra de las decisiones que tomó fue desconectarse del celular y de la computadora los fines de semana.
En esos dos días evita contestar mensajes y llamadas que estén relacionadas al trabajo porque quiere dedicarse a su familia.
Pero esas medidas son una manera de evitar el colapso emocional, mas no para alivianar el trabajo que les ha tocado cumplir a miles de mujeres.
Ante esa realidad, ONU Mujeres diseñó respuestas para mitigar el impacto de la crisis de la COVID-19 en las mujeres, y entre estas están la instauración de medidas para disminuir la violencia doméstica, que es otra problemática que se agudizó en la pandemia, de paquetes de estimulo económico, y la necesidad de conseguir que las personas apoyen y practiquen el reparto equitativo de trabajo de cuidados.
Para la ONU, de no tomar en cuenta la problemática que viven las mujeres y madres con el aumento de la carga laboral, las desigualdades continuarán acentuándose todavía más. (I)