Es indiscutible que los organismos parlamentarios del país, es decir las “Asambleas Nacionales”, constituyen una vergüenza para la República. No otra cosa es el hecho de que la que terminó sus funciones hace pocos días lo haga con una credibilidad del 2 % de la ciudadanía. ¡Y todavía tienen la desfachatez de haber pretendido aconsejar a los miembros de la que se instaló recientemente!
La que terminó ha incumplido su obligación fundamental: la emisión oportuna y eficiente de leyes, de fiscalizar de manera correcta las acciones del ejecutivo y de depurar su integración. Ciertamente que algunos pocos asambleístas fueron destituidos por causa de la corrupción, la del cobro de diezmos a sus empleados; pero ha permitido que sigan allí una serie de otros legisladores corruptos que, como en voz baja se supo, lograron “arreglar” el asunto con sus extorsionados a cambio de devolución del dinero del perjuicio y nuevas prebendas.
El haber tenido asambleístas incapaces, que en nada han contribuido para el país, o una persona de la calidad moral de Alejandra Vicuña, es una vergüenza imponderable. Que haya más de 50 legisladores con procesos penales, como si de un club de delincuentes se tratara, no tiene ponderación. Haber tenido personas como Daniel Mendoza y Eliseo Azuero que se llevaron los dineros de la reconstrucción de Manabí, específicamente dedicados a la construcción de un Hospital resulta incalificable. Y como nuestra justicia es así, el primero tiene una enorme reducción del tiempo de condena y, como es presumible, los millones que robó no serán recuperados. El segundo, en calidad de prófugo esperará un tiempo a que todo se olvide y seguirá disfrutando del dinero mal habido.
¿Y la “nueva Asamblea”? Ventajosamente está libre del peligro de caer en las garras del correísmo. Debe dejar definitivamente de lado la trampa de “comisión de la verdad” para conseguir impunidad de aquella mafia y poner su empeño en dictar leyes provechosas para el país y mantenerse vigilante para fiscalizar actos corruptos e ineficiencia de los nuevos funcionarios que no tardarán mucho en producirse ya que la podredumbre se ha convertido en pan de todos los días en este desventurado país. (O)