LO ARTÍSTICO en la poesía de Bruno Sáenz, señalamos como el segundo aspecto que trataríamos, al abordar su reciente libro EL VIENTO DEL ESPÍRITU DESATA LOS LEGAJOS.
Sáenz es hombre de honda formación artística, con gran conocimiento de la producción estética en sus varias manifestaciones, reforzado por sus viajes e infinitas lecturas. Tres ramas del arte ocupan lugar de privilegio en su sensibilidad y su intelecto; naturalmente, la primera, la literatura, pero sobre ella volveremos en acápite particular; la música, en el centro de la cual ocupan un sitio privilegiado Liszt y lo moderno y contemporáneo, y la pintura, escultura y arquitectura de todas las épocas.
Dicho esto, es fácil apreciar las alusiones artísticas en la lírica del autor, aunque estás nunca están en exhibición, si no que forman parte del tejido sutil de su forma de componer los textos.
En ARTUR SCHNABEL, COMPOSITOR, evoca la figura de este artista extraño, considerado uno de los mayores intérpretes al piano de Beethoven, Schubert y unos pocos “héroes” más del instrumento, que en la madurez se dedicó a la composición, con sutileza, conocimiento y, según los expertos, y el poeta, con calidad, pero sin interesarse en difundir su obra. Hallo como una especie de paralelismo entre el músico y nuestro autor: “paradójica generosidad de quien firma la hoja y la abandona a la suerte del viento o la sepulta al fondo de la gaveta…”
¿QUIÉN HA DE SUPRIMIRLOS? es un impresionante texto-meditación sobre la supervivencia del boceto, del borrador, del esbozo, más, mucho, más allá de la obra acabada: “son irrenunciables”. ¿Cómo así?, el poeta afirma que “formulados en la cripta del alma, no pueden egresar a la nada”. Hay siempre una subsistencia “del trazo inicial”, que diversos medios lo descubren, como los rayos X en lo pictórico: “el gesto inhábil y la construcción admirable no pueden sacudirse de encima su perennidad de acto cumplido, irrevocable”.
Finalmente, en el poema TROCADERO, Sáenz busca algo en un sueño, aunque no sabe exactamente qué: una persona, un sentimiento, “un libro entrañable, una llave de plata”, cae en los parisinos “jardines del Trocadero, la espléndida fuente…” Y sintió que su alma “se lavaba”, era una purificación de arte. (O)