Al ser parte de una colectividad pequeña o grande, los seres humanos necesitamos organizar nuestro comportamiento en múltiples aspectos. Para disfrutar de los beneficios de esta forma de vida y evitar situaciones negativas es necesario, además de la predisposición individual, una organización política que garantice el orden ya que la anarquía es indeseable, que haya paz y que podamos disfrutar de nuestra condición de seres libres que posibilita el desarrollo de la creatividad. Si es que hay un equilibrio de estos componentes, los integrantes contarán con un entorno adecuado para el desarrollo integral de su personalidad.
La democracia es la que más se acerca a este ideal por el respeto a la libertad en el sentido amplio del término y a la alternabilidad en el control del poder para que diferentes orientaciones sociales lo ejerzan. Cuentan los gobiernos con grupos organizados para mantener el orden recurriendo en ciertas ocasiones a la violencia que debe ser limitada y controlada; si se dan casos de abuso, los causantes merecen sanciones. Ni de lejos se logra la perfección, pero cuando funciona con seriedad es la menos imperfecta, en frase de Churchil. Es la forma más generalizada en el mundo, pero su funcionamiento es desigual por diversos factores.
En el siglo pasado el marxismo propuso como alternativa un gobierno que parte de la igualdad económica de todos los ciudadanos al asumir el Estado, con poderes absolutos, el control de la producción y distribución de la riqueza. Funcionó el sistema en algunos países uno de los cuales fue la segunda potencia del mundo, pero cerca de fines de siglo colapsó quedando como ejemplos “arqueológicos” Cuba y Corea del Norte. Ante manifestaciones pacíficas pidiendo libertad, el gobierno cubano totalitario reprimió y asumió el control de los sistemas de comunicación y redes sociales. Al eliminar la libertad no hay paz pues proviene de la represión y el orden es cuestionable, como el de una ciudad sitiada.