OPINIÓN | “Y justifiquen bien. No se dejen ver las cosas compañeros. Y, ¡viva Pachakutik! Una vez más, no se oye, repitan: ¡viva Pachakutik! Haber nuevamente, el pueblo, unido, jamás será vencido.” Asambleísta Rosa Cerda a sus compas.
La distancia con lo que debería ser y hacer un servidor o funcionario público, es absoluta. Hay una brecha que rompe la comprensión republicana y democrática. Mientras los compas aplauden y gritan de la emoción, nadie se inmuta y parecen -al contrario- normalizar el desosiego de la corrupción en el país. La cultura del sabido por encima de la Ley y el respeto a lo ajeno, a lo del otro, a lo común.
Con profunda diferencia a lo que debería hacer un funcionario o servidor público, que es desarrollar discursos y vivas al civismo en el marco del respeto a la cosa pública, procurando exaltar los valores del servicio público y la tutela al interés colectivo, esta servidora -a sus compas- imparte lecciones de cómo robar bien, clases de cómo justificar para no dejarse ver las cosas. Vergüenza.
La Asamblea Nacional tiene que abandonar las trabas operativas y ser contundente en su sanción. Con una mirada aleccionadora y capaz de utilizar al ordenamiento jurídico para su sentido y razón: justicia y ruptura del estado inmóvil de las cosas. No cabe espíritu de cuerpo y demora. La asambleísta ha violado las disposiciones de la Ley Orgánica de la Función Legislativa respecto a sus deberes éticos de la actividad parlamentaria, entre los cuales se incluyen: respetar y hacer respetar la institucionalidad del Poder Legislativo, actuar con probidad para generar confianza y credibilidad en la ciudadanía ayudando al prestigio del Parlamento, trabajar con honestidad, defender el régimen democrático, hacer respetar la Constitución y actuar con vocación de servicio.
El Parlamento tiene la oportunidad de devolver al país la dignidad “bien robada”. (O)
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