¿Quién es corrupto?

Marco Carrión Calderón

Esa es una buena pregunta con referencia a nuestro desventurado país. De difícil respuesta, de casi imposible conceptualización. deprimente, desmoralizadora y hasta cruel

Aquí la gran mayoría de ciudadanos tiene una severa inclinación a la corrupción en todas sus formas con intenciones variables, unos la practican para enriquecerse a costa del Estado, de los demás, mientras que otros para facilitarse las cosas de la vida en el quehacer cotidiano: el “aceite” que entregamos a los empleados y funcionarios para agilizar trámites o para conseguir cosas ilegales en las oficinas públicas, cosas tan rutinarias y comunes que a nadie le parecen raras o malas.

La utilización de los recursos del Estado para enriquecimiento ilícito es muy común y frecuente. Es posible que haya habido personas que no usaron para sus beneficios los dineros del Estado, claro que sí, puedo dar fe de una sola persona, pero no más. He conocido a un altísimo número de gente que parecía honorable y luego supo todo el país que no era así. Bien sabían los más cercanos, cómplices casi siempre e igualmente pillos, en uno u otro caso con dinero de por medio.

Esa es la principal razón por la que nadie, ni honrados ni corruptos, tienen fe en nadie ni tampoco en las instituciones del Estado. Recordemos que la peor crisis de la historia del Ecuador, en el año 2000, fue por la corrupción de banqueros, funcionarios del Estado y gobernantes.

La dolarización en ese entonces fue una medida económica muy fuerte, impactó severamente a un alto porcentaje de la población, sobre todo a los pobres, que son la mayoría, pero al fin se ha podido sentir como un freno para los gobernantes corruptos que, entre otros motivos, para satisfacer sus inmorales apetitos de riqueza y dinero ajeno, recurrían al fácil mecanismo de imprimir billetes, inundar el mercado con aquellos y seguir empobreciendo a la gente por las devaluaciones.

No podemos olvidar a Correa quejarse muchas veces de que no había una política monetaria propia, que no podía imprimir más dinero para sus dispendios y corrupciones. ¿Qué hubiera pasado si aquel déspota podía hacerlo así? Probablemente el Ecuador hubiera sido ya del todo inviable. (O)