Érase una vez, en medio de la selva, una Rosa amazónica de rara belleza, es decir, muy fea. Tan fea era que destilaba un olor a podredumbre. Los inescrupulosos que pasaban cerca de ella quedaban hechizados por su hedor, el que penetraba hasta sus más recónditos pensamientos instruyéndolos a que roben bien y justifiquen sus trapacerías teniendo sumo cuidado de no dejar evidencias que los comprometieran. Los que por motivos de conciencia rehuían sus “sabios” consejos, antes de que el sopor putrefacto se apoderase de ellos, corrían a bañarse en las aguas cristalinas del río más cercano, el antídoto para repeler tan terrible daño. Curiosamente, una cerdita que declamaba loas al robo era la guardiana de esta flor.
Un día, una de sus mejores amigas salió a dar un paseo. En medio de árboles tupidos, lianas y plantas tropicales, perdió el sentido de la orientación. Desesperada, Lupita se puso llori que llori mientras maldecía al legislador que se opuso a que adquiriera autos de alta gama dotados con GPS con los cuales hubiera podido regresar en un santiamén a su choza.
Por otro sendero, contemplándose en un espejo, caminaba la más Bella de la selva cuyos asesores colgados de los árboles hacían malabares para quitarle el celular y usar su propio whatsapp para negociar cargos públicos. La Bella, ni cuenta se daba. Pecaba de ingenua. Cuando le recriminaron lo que sucedía se justificó, diciendo: “Mis malvados asesores fueron los que lucraban con coimas. Yo no saber nada de nada”.
La Asamblea cumplió cien días en medio de escándalos como el de la asambleísta que ensalza el robar bien, el de la presidenta que si no es en auto fino no puede llegar a su destino, y el de la más bella que resultó ser ciega ante las artimañas de sus asesores.
Estamos ante una Asamblea que no se diferencia de la anterior, a no ser por un legislador que está sacando los cueros al sol denunciando la ineptitud de las autoridades principales que no muestran interés en cambiar de derrotero. Días atrás los periodistas del Guayas condecoraron a la fan de los autos lujosos. ¿Es que acaso hizo algún mérito? A no ser que la denuncia en su contra por corrupción cuando fue prefecta de la provincia de Orellana, sea uno. De ser así, entonces la mayoría de los asambleístas tendrían que ser condecorados. Cambiemos mejor de cuento… (O)