Creí que era una utopía, pero no, he pasado tantos veranos ardientes, recordadas primaveras, cuántos vientos otoñales, incontables y gélidos inviernos. Se cruzó el tiempo raudo e inexorable, arrastrándonos sin darnos cuenta, hasta llegar a la “tercera edad”, edad de oro, a donde arribamos cargados de un bagaje de conocimientos, experiencias, saberes, alegrías, placeres, y porque no, de algunos sinsabores que nos depara el destino. Hoy estamos en este período de vida, donde tenemos la cabeza encanecida, no porque cada cana sea una gana, sino porque su presencia denota y habla de cuánta juventud nos precedió; nuestra piel curtida, arrugada y con grietas, producto de cuánto tiempo transcurrió, muchas veces sin sentirlo. Es la etapa de oro de la vida, porque nos nutrimos del mejor alimento para el alma, como son la paz y la satisfacción interior; porque estamos dedicados a disfrutar y a cosechar todos los frutos que sembramos en nuestra juventud, reflejados hoy en las semillas que son nuestra esposa, hijos, nietos, familiares y amigos. Es cierto, la pandemia nos ha separado de muchas personas, encuentros, actividades, reuniones, etc., pero Dios nos ha permitido llegar hasta aquí, con la memoria casi intacta, para recordar todo nuestro sublime pasado; y sobre todo para tratar de ser grato con todas las personas que, de alguna manera, colaboraron para que la vida nos deje llegar hasta estos días. Aprovechemos de los años que tenemos por delante, y preocupémonos más de nosotros mismos; regalémonos detalles, momentos, vivencias, importancia. Consideremos que el tiempo sigue su curso y cada vez nos ponemos más viejos, eso no nos puede negar el espejo, en el cual me miro y me pregunto: ¿he cumplido mi meta, hice todo lo que me propuse? Que la actitud, nuestra alegría y la sonrisa, jamás se diluyan en el velo de la tarde; disfrutemos del viaje que nos queda, que estos años valgan la pena vivirlo con emoción y a plenitud. Seamos conscientes que el tiempo nos va quitando la mirada, y se va sin esperarnos; a lo mejor el próximo año ya no estaremos para disfrutar de otro cálido verano.
Por: Francisco Chérrez Tamayo