Nos hicieron creer que el lujo era algo caro, lo exclusivo…Miremos hacia atrás es como ir cuesta abajo; la mezcla selectiva entre lo que olvidamos o preferimos ocultar y lo que se destaca en primer plano lo material; el camino que conduce a la dignidad del espíritu, e inalcanzable para la gran mayoría de la sociedad: la vivienda, la educación, la salud… Ante una frágil memoria que parece más comprensible y sencillo para el común de los humanos no tener una sanidad pública de calidad.
Luego de la Crisis Mundial por la pandemia, el pensamiento humano ha hallado un medio de perpetuarse, a través del conocimiento, del saber, que es duradero y persistente, y que los lujos materiales son pasajeros, que actúan como leyes de la «felicidad», como los muros del presidio y los grillos de la existencia.
Lujo estar sano; ¡Si! ¡Si¡ es no pisar un hospital, lujo es poder pasear por la orilla de los ríos; caminar libremente por plazas y calles, ir al campo, la montaña, al mar, visitar a los “amigos» familiares, en fin respirar y reír a carcajadas sin mascarillas, es disfrutar cada amanecer, de ese privilegio natural de saber, que la invención de la imprenta es el mayor acontecimiento que registra la humanidad, y es como el aire, como el oxígeno que se renueva totalmente el pensamiento humano, que se despoja de una forma para adoptar otra, el complejo y definitivo cambio de piel de esa serpiente simbólica, que desde Adán representa la inteligencia.
Talvez advierta, que es el Estado el que debe proveer una sanidad de calidad, y no caridad…Porque el empresario, el artista el profesional; obreros y campesinos son los que producen para que se mueva el andamiaje del Estado, y no los burócratas; “Donde no hay Justicia es peligroso tener razón». (O)
