Es causa de mucho dolor para las personas que sienten solidaridad con los seres humanos y con sus necesidades más elementales como comer, vestirse, tener un lugar donde poder dormir, etc. el ver la enorme cantidad de inmigrantes que siguen llenando nuestras calles, plazas y avenidas. La mendicidad, falsa o verdadera, que ejercen esas personas, causa profundo dolor.
Por si todo eso fuera poco los noticieros, diariamente, nos hacen conocer la tragedia espantosa de los haitianos que huyen de su país porque la miseria allí es imponderable; prefieren morir antes que seguir viviendo en su propia tierra en donde sufren, además de esa miseria, la violencia y la persecución estatal. Esas pobres e infelices personas buscan en dónde poder trabajar y conseguir algo de dinero para vivir como seres humanos, así sea en mínimas condiciones.
Iguales consideraciones podríamos hacer del éxodo interminable de cubanos, venezolanos y nicaragüenses que no paran de salir huyendo de sus países. Nadie en su sano juicio sale de una patria en la cual viven, así sea más o menos bien, si dispusieran de vivienda y salarios para pagar las necesidades básicas de sus familias. Ver esos desfiles pavorosos de hombres que cargan niños en sus hombros y acarrean mínimas pertenencias caminando kilómetros y kilómetros para llegar a fronteras en las que encuentran dificultades e imposibilidades de pasar. Viven y duermen a la intemperie, con lluvia o bajo el sol, sufriendo la inclemencia del tiempo.
A los defensores de los dictadores y sátrapas de Cuba, Venezuela y Nicaragua les pregunto si hay alguna racional explicación para ese éxodo vergonzoso y cruel de los habitantes más pobres de los respectivos países. Por más que se quiera ocultar la tragedia de aquellos y echar la culpa al “imperialismo” no puedo comprender la realidad de los paraísos socialistas y la situación espantosa en que viven las poblaciones, con la excepción vergonzosa de la clase gobernante y la militar que tiene excelentes salarios y remuneraciones para mantener a los dictadores sátrapas.
¿Y qué decir de nuestra gente que, con riesgo de muerte, sigue saliendo de este país, dizque redimido por el correa-morenato? (O)