En la memoria de los ecuatorianos siguen frescos los violentos sucesos
provocados hace dos años. Sus secuelas, sobre todo las millonarias
pérdidas económicas, agravadas luego por la pandemia, podrían ser
referentes para esta nueva jornada de protestas, lideradas por los
mismos protagonistas, algunos de ellos desde la sombra.
La intransigencia toma cuerpo en el país. Es ya una especie de manual de
ciertos grupos cuyo objetivo es imponer sus propias agendas, en gran
parte basadas en considerar a los graves problemas nacionales como
fáciles de resolverlos, cuando no de ignorarlos.
El diálogo, cuando prevalecen las intransigencias u otros intereses se
rompe ni bien comienza. También, cuando se lo invoca con advertencias
previas.
Visto así, el efectuado entre el gobierno y varias organizaciones
sociales ha resultado improductivo. No ha sido suficiente la suspensión
del alza mensual del precio de los combustibles cuyos subsidios, de
acuerdo a analistas económicos, no van a los verdaderamente pobres.
No todas las organizaciones ni gremios han plegado a la movilización. La
mayoría de ecuatorianos, respetando el legítimo derecho a protestar de
otros, piden garantías para trabajar, para salir a buscarlo, para
trasladarse y cumplir sus diarias actividades, en suma, para producir.
Ojalá las protestas, contrario a lo ocurrido hace dos años, no degeneren
en violencia, en saqueos, en destrucción de bienes públicos y privados,
en secuestros, peor en atentar contra la democracia.
La crisis económica y social, reflejada en la multimillonaria deuda, en
el cuantioso déficit fiscal, en la existencia de no menos 5 millones de
pobres, en todo un ejército de desocupados; sin mayores inversiones, con
hospitales públicos casi sin medicinas, y cientos de entidades estatales
reclamando recursos al Estado central, debería ser el punto central de
la discusión nacional a fin de encontrar soluciones estructurales y
reales.
Desentenderse de esa realidad abona la intransigencia y acelera los
conflictos, y el país seguirá caminando en su propio terreno.