Las protestas acompañaron el periplo por Italia del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, un viaje que concluyó y que emprendió tras la cumbre del G20 en Roma, dando plantón a la importante conferencia sobre cambio climático de Glasgow (COP26).
Bolsonaro ha decidido no volar a la ciudad británica para esta importante cumbre de Naciones Unidas y este martes viajará de vuelta a Brasilia desde Roma, donde el pasado fin de semana participó en la reunión de las veinte potencias del planeta.
Sin embargo en los últimos dos días ha peregrinado a la tierra de la que emigraron sus antepasados, en la Italia septentrional, y allá donde fue encontró partidarios pero también numerosos detractores.
SALVINI LE ARROPÓ
El mandatario brasileño acudió este martes a la ciudad toscana de Pistoia (norte) para conmemorar en el cementerio de San Rocco a los cerca de quinientos soldados de su país caídos durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Allí solo le recibió el líder ultraderechista y senador Matteo Salvini, mientras que curiosamente no fue acogido por ningún miembro del Gobierno pese a tratarse de un jefe de Estado.
Por contra, unas doscientas personas se manifestaron contra su presencia, una protesta convocada por los principales sindicatos del país, como la CGIL, que cree «los soldados brasileños que se sacrificaron para liberar Pistoia del nazismo y del fascismo no merecen ser ofendidos con la presencia de un hombre investigado por crímenes contra la Humanidad, homófobo, misógino y racista».
En este contexto, Salvini pidió disculpas a Bolsonaro por las «polémicas increíbles» que ha suscitado su visita a Italia.
«Pido disculpas al pueblo brasileño representado por su presidente de la República por las polémicas increíbles incluso en la conmemoración de los caídos que perdieron la vida por defender nuestro país y liberarlo de la ocupación nazi», lamentó Salvini.
En el acto ni siquiera estuvo el alcalde de Pistoia, Alessandro Tomasi, del partido ultra Hermanos de Italia, ni el presidente de la región de Toscana, Eugenio Giani, del Partido Demócrata (Pd, centroizquierda).
La subsecretaria de Estado para las Relaciones con el Parlamento, Caterina Bini, natural de Pistoia, no se excusó y explicó que había decidido no ir por «no compartir ideas y actos» con los que, dijo, Bolsonaro tiene «manchas de responsabilidad muy graves».
Tras el homenaje a los soldados, Bolsonaro se dio el capricho de visitar la célebre torre inclinada de Pisa y dio un paseo de una media hora por la Plaza de los Milagros, saludando a los presentes y fotografiándose con una joven repartidora brasileña.
El presidente del Véneto, Luca Zaia, aseguró que Bolsonaro no pidió en ningún momento ser recibido por las autoridades porque su intención era visitar la tierra de sus orígenes.
«Estamos hablando de la visita de un jefe de Estado, guste o no, y tiene toda la connotación de una gira privada que ha querido hacer en pantalones vaqueros y jersey. Creo que decidió hacerlo de forma autónoma para ver el pueblo de sus antepasados», dijo Zaia.
FUERTES PROTESTAS EN SUS ORÍGENES
Pero las protestas más reseñables se registraron el lunes, cuando acudió al pequeño municipio de Anguillara Véneta (norte), de donde era su bisabuelo Vittorio, que emigró hacia Brasil en el siglo XIX.
Su alcaldesa, Alessandra Buoso, decidió otorgarle la ciudadanía honorífica, algo que suscitó la división entre sus simpatizantes, que le recibieron entre vítores y al grito de «mito», y sus detractores, con protestas.
El presidente brasileño aprovechó su presencia en el lugar para desplazarse a Padua y rezar ante la tumba de San Antonio.
Su presencia fue rechazada incluso por la diócesis local, que en un comunicado recogió las denuncias de varios obispos de Brasil por «el uso de la religión, la devastación medioambiental y la crisis sanitaria, ética, social y política, agravada por la pandemia».
La diócesis aseguró que la ciudadanía honorífica a Bolsonaro le había provocado «una fuerte vergüenza» y le emplazó a «hacerse promotor de políticas respetuosas con la justicia, la sanidad, el medioambiente y, sobre todo, que apoyen a los pobres».
LA DENUNCIA DE LOS REPORTEROS EN ROMA
Durante el fin de semana participó en la cumbre de jefes de Estado o de Gobierno del G20 en Roma, fue recibido por su homólogo, Sergio Mattarella y no dudó en pasear por el centro de la ciudad, rodeado de guardaespaldas y curiosos, como en las inmediaciones del Vaticano, adonde sin embargo no entró para reunirse con el papa.
Sus «vacaciones romanas» acabaron con la denuncia de algunos periodistas brasileños que cubrían su viaje y que aseguraron haber sido agredidos por sus agentes de seguridad mientras le seguían por las calles de la capital italiana. EFE