A Tatiana le piden dinero a cambio de fotos íntimas suyas. A Maritza le dicen que si no envía fotos que muestren su cuerpo, exhibirán lo que ya tienen de ella. A Sonia que, si no cambia el informe financiero, enviarán a sus hijos un video personal de ella.
El acoso público en donde escuchamos y vemos obscenidades, vivimos toqueteos y miradas lascivas, se trasladó al mundo virtual. Las mujeres vivimos violencia digital de diferentes maneras, se juega con nuestra intimidad y dignidad.
Pese a tener una ley que penaliza la difusión de datos íntimos, la exposición de imágenes con contenido sexual de mujeres y niñas es común en el mundo virtual. Implica un negocio millonario, refuerza el imaginario de lo femenino como objeto sexual, y es una nueva forma de violencia de género.
Reflexionemos sobre la información que consumo y círculo en las redes sociales ¿qué pasaría si ese cuerpo que está siendo usado y cosificado fuese el mío o el de alguien de mi familia? ¿Cómo me sentiría si yo fuera Tatiana, Maritza o Sonia? Seamos responsables del daño que esto provoca.
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