Narraban los abuelos y luego sus hijos de un hecho que evitó que el Perú invadiera masivamente el Ecuador en 1941. Para septiembre de ese año el país del sur tenía ocupadas Machala y buena fracción de Loja, además de que hostigaba a Guayaquil, más la amenaza de asalto total si no aceptábamos sus condiciones de llevarse (como lo hicieron finalmente) la mitad del país. La indolencia e ineptitud de un gobierno centralista que, cuando se le exhortó reacción contestó: “El Ecuador termina en la Nariz del Diablo”, dando a entender que el resto no importaba, llevó a que cada ciudad se protegiera como pudiera.
Al conocerse que en Machala se preparaba una invasión de Cuenca, convertida en heredad de desprotegidos y migrantes de las tierras apoderadas por el Perú a los cuales se les dio amparo, alimentación y vestuario, se ideó una apurada defensa. A los civiles que sabían algo del manejo de armas se les pidió adherirse a los pocos soldados en la defensa. Sólo había un paso que unía las 2 ciudades, el puente de Uzhcurrumi; allá fue el grupo combinado con la dirección de un capitán y la orden de que solo se disparara después que él lo hiciera. Un soldado de apellido Luna había contado que el grupo sentía muchísimo temor y la espera de horas antes del combate quebraba los nervios.
Hacia el mediodía apareció el ejército contrario con un suboficial mandándolos. Un atinado disparo a la cabeza de éste por parte del capitán ecuatoriano inició el rechazo al invasor que una vez más había violado un endeble alto al fuego. Murieron todos, aproximadamente 40, menos un sargento que desesperado se botó al río y llegó con pánico a advertir no avanzar hacia Cuenca puesto que “los ecuatorianos estaban bien armados y en abundante número”.
Esta acción salvadora es ignorada actualmente, sólo nos interesa farándula, fútbol, moda, novelas, lo último que se pusieron las shakiras, las malumas, las mises; el celular, los faibuks, los chats, los black friday, los jallowin y más hierbas, no lo que nos une como pueblo, como país. (O)