Un hombre autodeclarado neonazi se pone delante de una cámara y, mientras mata a un perro, proclama: «Miren lo que les va a pasar». El destinatario del vídeo: los trabajadores de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria de Brasil (Anvisa).
El individuo no tuvo reparos en identificarse, en informar donde vive y en amenazar con ir a Brasilia para «purificar la tierra donde está Anvisa, usando combustible bendecido» contra los técnicos que habían aprobado la vacunación infantil contra la covid-19.
Todo ello mientras torturaba hasta la muerte a un perro con sus propias manos. El susodicho se despide con un saludo nazi y un «Bolsonaro 2022», año de elecciones presidenciales en Brasil.
Ese es uno de los más de 200 correos y llamadas telefónicas con amenazas que han recibido en los últimos meses los profesionales de la máxima autoridad sanitaria brasileña, incluidos sus directores, según relatan a Efe fuentes internas de la institución.
Se trata de una de las páginas dramáticas que deja en Brasil la pandemia de coronavirus, que este sábado completa dos años en el país, uno de los más afectados junto con Estados Unidos e India.
ATAQUES CON LA VACUNACIÓN INFANTIL
El hostigamiento contra los empleados de Anvisa alcanzó niveles alarmantes en diciembre, durante el análisis para aprobar las vacunas anticovid para los niños de 5 a 11 años.
«Todos ustedes van a pagar con sus vidas por la aprobación de las vacunas, del director hasta la persona que sirve el café», rezó otro e-mail.
Después de liberar la inmunización infantil, los ataques aumentaron «en frecuencia y gravedad», explica a Efe una especialista de Anvisa que participó en la evaluación de casi todas las vacunas anticovid y prefiere mantenerse en anonimato por precaución.
«Sentimos una mezcla de miedo y tristeza. En todo este tiempo en Anvisa nunca había pasado algo parecido», subraya.
Las amenazas, asegura, afectaron a todo su equipo, aunque también les sirvieron para unirse después de dos años estresantes, de trabajar noches y fines de semana, para intentar mitigar una pandemia que ya ha matado a 650.000 brasileños.
Su familia es su gran apoyo. «Me dan fuerza, me dicen que tenga orgullo de mi trabajo», expresa algo emocionada.
El asunto ya está en manos de las autoridades, aunque poco se ha hecho desde entonces, según Yandra Torres, directora general de la Asociación de los Trabajadores de Anvisa (Univisa).
La Policía Federal afirmó a Efe en una nota que «no se manifiesta sobre investigaciones en curso», sin ofrecer más detalles.
Para Torres, esta campaña de acoso y derribo «viene siendo autorizada, de alguna manera, por instancias gubernamentales».
El pasado 16 de diciembre, el presidente Jair Bolsonaro anunció su intención de divulgar «el nombre de las personas que aprobaron la vacuna para los niños» para que «todos» supieran «quiénes son esas personas y, obviamente, formen su propio juicio».
«Ya hay trabajadores en ‘burnout'(quemados)», pues, además de los ataques de negacionistas pandémicos y activistas de ultraderecha, se suma que la agencia tiene la menor plantilla de «los últimos diez años», denuncia Torres.
La reacción a esta escalada violenta llegó desde dentro de la agencia, que pasó a recomendar a sus empleados no andar con la identificación de Anvisa en lugares públicos y cerrar sus perfiles en redes sociales.
Al Gobierno le demandan reforzar la seguridad en las instalaciones de Anvisa, así como en puertos y aeropuertos, donde realizan labores de fiscalización.
AGRESIONES EN EL MAYOR AEROPUERTO DE BRASIL
Porque las agresiones también han sido físicas en el aeropuerto internacional de Guarulhos, cerca de Sao Paulo.
Episodios relatados por fiscales de Anvisa en el mayor aeropuerto de Brasil incluyen alguna bofetada, agresiones verbales y, sobre todo, amenazas con el dedo en alto.
Éstas se producen cuando solicitan el test covid, informan de los protocolos a seguir a los no vacunados o exigen el uso de la mascarilla.
Una alto cargo de la unidad de Anvisa en Guarulhos narró a Efe cómo un hombre se abalanzó sobre ella tras pedirle que se colocara bien el tapabocas.
«Su mujer tuvo que sujetarlo porque vino hacia mí. Ese día me sentí amenazada. Pensé que iba a ser agredida ahí en el vestíbulo», describió.
En otra ocasión, un estadounidense que, por motivos sanitarios, tenía que ser repatriado comenzó a «golpear la pared», con furia, y «lanzó sus zapatos» contra una placa informativa colgada del techo, según otro testimonio al que tuvo acceso Efe.
«Nos sentimos bien expuestos, desprotegidos. Es algo que nos sacude emocionalmente», declara otra fiscal de Anvisa de la terminal paulista.
Ella, sin embargo, en apoyo a los profesionales de la entidad que «están siendo amenazados», optó por destacar con orgullo en sus redes sociales que es funcionaria de Anvisa.
«Tenemos que tomar partido y yo elijo el partido de Anvisa», sentenció. EFE