Resulta que es espantoso el seguir refiriéndonos a las barbaridades cometidas por los sacerdotes de la iglesia católica. No son muchos días que se volvió a publicar a nivel internacional sobre los miles de niños fallecidos en lo que se ha llamado “los internados canadienses del horror”. Se estableció, mediante la Comisión de la Verdad que 4.134 menores murieron allí – aunque expertos elevan esa cifra a 6.000-. Hace algo así como un año ya se publicó este tipo de barbaridades; la Iglesia pidió perdón y terminado el asunto.
Con la excusa de catequizar y apartarles de sus raíces aborígenes encerraban a los niños en esos infames lugares. Allí eran sometidos a trato degradante y cruel y muchos fueron abusados sexualmente por sus catequizadores. Ahora vuelve a surgir el escándalo porque en los terrenos de tres antiguos internados el 27 de mayo se anunció el encuentro de restos de 215 niños en Columbia Británica. El 24 de junio se llegó a conocer el descubrimiento de 751 tumbas sin identificaciones; el 30 de junio de otras 182 tumbas de iguales características, todo esto en Canadá.
Es indispensable que se haga una investigación a fondo de estos encuentros que entrañan características de perversidad sin límites. No basta que los más altos sacerdotes digan que sienten dolor y que piden perdón. Eso no es sino una forma más de procurar la impunidad. Los culpables estarán muertos hace tiempos –son hechos del siglo XIX- y seguramente en el famoso infierno del catolicismo para el castigo de sus curas malvados y criminales.
Era evidente una motivación profundamente racista en los internamientos forzosos de esos desventurados niños. Afirmaban, con desprecio por los indígenas y su cultura, que los niños no debían vivir con sus padres que eran unos salvajes y que, de no hacer eso, tendrían una formación y modo de pensar de indios.
Ante los reclamos de los pueblos indígenas y de los supervivientes el gobierno canadiense y los grupos protestantes involucrados concedieron, a fines del siglo XX unos 2.700 millones de dólares entre compensaciones y gastos jurídicos, pero los católicos, los más culpables, no cumplieron con su parte: unos 20 millones de dólares.(O)