Vivir en las montañas es diferente a vivir en la planicie, en la costa, en el oriente ecuatoriano, en la selva…; vivir en lo alto de la cordillera de los Andes marca un modelo de vida completamente distinto y exige tomar precauciones, de la misma manera, diferentes. En las montañas hay que cuidarse de las fuertes lluvias, de los veranos prolongados, de los páramos y humedales que como una esponja en ocasiones están repletos, rebosantes de agua, hay que cuidarse de las inundaciones, de los deslaves, de la licuefacción del suelo, avalanchas, aluviones y, aunque no se lo crea, hay que cuidarse de la deforestación y de la depredación de los pajonales.
Vivir en las montañas tiene sus desventajas por lo que hay que tomar más precauciones y ser más cuidadosos de la naturaleza, del medio ambiente, de los ecosistemas, pero, a la vez, es más satisfactorio porque la calidad del aire es mejor en las montañas que en las ciudades bajas. También se puede escapar de la sobrepoblación; nos permite disfrutar de un maravilloso paisaje, las montañas nos proveen hasta del 80% del agua fresca. Tienen condiciones geológicas y geográficas particulares por sus desniveles.
El clima en las montañas es diferente, ya que varía según la zona donde uno se encuentra, se caracterizan por fríos intensos, temperatura media y abrigada como en el caso de Yunguilla. La gente se relaciona más con la vida de campo, se rodea más de animales, de plantas, es decir, se relaciona con un entorno diferente. De manera general, a las personas les gusta vivir en el campo. Los habitantes de la sierra son diferentes a los de la costa desde su costumbre hasta su habla y su gastronomía. Pero quizás, lo que más se destaca al vivir en las montañas es el gozar de su paisaje. (O)