¿Por qué publico esta suerte de breves memorias, en las que evoco fragmentos de mis ya lejanas niñez y juventud? Pues porque mis contemporáneos se divierten un poco, y la gente joven, a veces, se emociona con ciertos recuerdos. He respondido a la inquietud de alguno de mis amables lectores.
De todos modos, lo que resta del tema, es ya contemporáneo, aunque muestre elementos de otro tiempo, de vez en cuando.
Hace unos veinte años me aficioné a reunir pisapapeles de cristal, especialmente los de Murano, cuyos vidrieros hacen verdaderos jardines al interior de esas semi esferas transparentes, que casi nunca cumplen con su función original. Los hay de todos los tamaños, por tanto, algunos solo presionarán un retacito de papel, a lo mejor una esquela amorosa, si todavía se escriben en este tiempo tecnológico. El más valioso que poseo es uno, firmado por el autor, que me trajo Luciano Bellini.
De los pisapapeles pasé a las esferas y formas ovoidales.
Mi sobrino Carlos Joaquín Moreno hizo un viaje cargando a mano desde Venecia, una maravillosa esfera que contiene un solitario pececito rojo. ¡Una belleza!
El resto, como es obvio tiene diferente origen, y no siempre es de vidrio o cristal, sino de piedras semi preciosas o materiales diversos y transparentes.
Igual pasa con los huevitos, algunos de los cuales -los de ámbar o alguna otra sustancia preciosa- fueron adquiridos por mi mujer y por mí en la pequeña ciudad francesa de Boulogne-sur-mer, en donde existían curiosos almacenes de novelerías semejantes.
Colecciono orquídeas, también. No son muchas, pero sí hermosas. Actualmente hay 9 florecidas, cada una con su distinto matiz -del rosa violeta al morado, las más atractivas, una de flores enormes, la otras diminutas- y contextura que va del terciopelo, al aire.
Y reúno unicornios. Pequeñas figuras de todo material, del algodón al bronce, pasando por el cristal.
Reconozco que los mejores provienen de la generosidad de Manuel Palacio y de mi hermano Rodrigo.
Destaco los cuadros sobre el tema: un grabado bellísimo de Manuel Palacio, un pastel de mi nieta Sol y un bordado de mi infatigable esposa.
De cuadros, libros -empezando por los 50 que he publicado- y discos no hablaré, porque requeriría nuevos espacios, y no quiero abusar ni del Diario ni de los lectores. (O)