Frustración, desaliento, pérdida de confianza, son palabras muy usadas estos últimos días, como consecuencia de hechos que no debieron darse en la administración de justicia y en Fuerzas Armadas, que quedaron muy mal paradas.
La administración de justicia le volvió a fallar al país. El Habeas Corpus resuelto por un Juez parroquial, destapó viejas sospechas de corrupción. Se dirá que se trata de un caso aislado y que la mayoría de magistrados son gente seria y preparada…pero la verdad es que la actuación de una persona arrastró tras de ella a todos. Sabemos que hay magistrados de alto nivel. Pero lamentablemente hay también demasiados jueces de pendrive que siguen obrando como en los viejos tiempos correístas tiempos de los que provienen muchos de ellos. Y algunos -no cabe duda – siguen siendo fieles a quienes les nombraron. El Presidente de la Corte y el del Consejo de la Judicatura, no estuvieron a la altura del momento. Dieron evasivas, intentos de justificación. Fueron maestros en lavarse las manos y en usar la palabra “depende” para evadir pronunciarse.
Fuerzas Armadas, institución que ocupaba los primeros lugares en credibilidad y confianza, es también una gran perdedora. Las explicaciones de cómo entró y salió Don Naza del pentágono ecuatoriano, no convencen. Y el Ministerio de Defensa no muestra todavía a los culpables. No mostrarlos al público suena como un falso espíritu de cuerpo. A este hecho se suma la falta de explicaciones -luego de varios meses- sobre las causas de la destrucción del radar de Montecristi. Crean la sensación de que no tienen ni idea de lo que ocurrió. Perdieron la credibilidad trabajosamente ganada. Son unos pocos se dirá y con razón. La gran mayoría son soldados de bien. Así es pero lamentablemente lo que hacen mal unos pocos afecta a todos, como ocurre siempre.
Y, obviamente, el golpeado resultó el gobierno y el Presidente de la República, al que antiguos y nuevos malquerientes le achacaron todos los males. (O)