Un día después de dos fechas clásicas, vayan unas cortas reflexiones y saludos efusivos para quienes se acogen a las virtudes del trabajo y de la libertad de expresión. El domingo se celebró el Día del Trabajador y el lunes, el Día de la Libertad de Expresión, ambas avaladas por el máximo organismo mundial de la ONU, en donde están representados la mayoría de los países del mundo.
Habitamos en una sociedad edificada por el trabajo individual y grupal. Debemos ser conscientes del tiempo que, desde que se nace hasta cuando se agoniza, las horas se reducen a trabajar. Es más, si se come con mesura y se duerme lo indispensable, es para trabajar. Es fácil advertir que las ciudades se van delimitando más entre aquellas en donde se trabaja de día y de noche y otras que, al atardecer se torna a descansar, pero para recobrar energía y así regresar al trabajo.
Siendo esta actividad la primera condición y razón de vivir, es deber y obligación de los las autoridades y de los ascendientes preparar a los niños y a los jóvenes al emprendimiento y a ofrecer fuentes de trabajo para todos. Más allá de cualquier política de Estado debe estar la creación de trabajo, sólo así se podrá hablar de dignidad y de justicia. Por cierto, los hombres que no trabajen disfrutando de lo que hacen están solos, y ninguna falsa felicidad de otras vidas podrá resarcirlos.
También es la ocasión para referirse a la libertad, particularmente de la prensa. Antes de especificidades sobre la autonomía de conciencia, hay que señalar que lo esencial no es “tener” libertad, sino “ser” y “sentirse libre”. Es una forma de ser y de vivir que genera un estilo de vida, un modo de afrontar la existencia y resolver los problemas. Es saberse poseedor de un derecho a gozar de un espacio libre de expresión y movimiento, sin interferencias ajenas.
La libertad es una realidad agridulce, que no debe ser despojada de la memoria de las víctimas de los totalitarismos. La libertad de expresión está enraizada en el sufrimiento de muchos que nos precedieron, y debe ser recordados con gratitud por el pueblo beneficiado y, sobre todo, tomarlos como ejemplo para cimentar nuestra propia libertad y de los que vengan. Ahora que se los vapulea a los periodistas investigadores y denunciantes, es de contrarrestar los agravios con respaldo y gratitud. (O)