La noticia del pago de la fianza de 14 millones de dólares por parte del ex contralor Carlos Polit ha generado todo tipo de comentarios en un contexto de hartazgo e indignación ciudadana. Y es que no sólo se trata del sentimiento de burla que se percibe ante la capacidad económica que ha tenido este funcionario, sino que con ello se acentúan sospechas que retratan las condiciones en las que funciona la política ecuatoriana.
Los 14 millones representan la gestión de la corrupción en Ecuador. Las calculadoras de los “ciudadanos de a pie” no pueden explicar cómo un funcionario con sueldo de 5 a 6 mil dólares pueda acceder a montos que resultan un insulto para un país cuyo sistema de salud, de infraestructura vial y educativa está tan venido a menos.
La discusión sobre el monto cancelado por Polit ha generado el retorno del clivaje entre el correísmo y el anticorreísmo. Al más puro estilo del infantil reclamo “y tu mamá también”, las culpas van y vienen entre los distintos bandos políticos que intentan dejar a Polit en la completa orfandad. Lo que es un hecho es que el ex contralor se hizo conocido por su rol en la administración de Lucio Gutiérrez y que ha tenido la capacidad operativa política para sostenerse en las tres siguientes administraciones al frente de la Institución llamada a controlar la gestión pública.
Los 14 millones representan todo lo que está mal en la política ecuatoriana. Es un símbolo del hartazgo de la ciudadanía ante la corrupción enquistada en la frágil institucionalidad pública que negocia con favores y prebendas a costa del bolsillo de todos y todas. (O)