Una sociedad sin memoria es un lugar vacío; sin identidad, con el vértigo de la prisa pierde su propia huella y se extravía a cada paso, de allí la importancia de rescatar el tiempo de la nostalgia, del recuerdo y la palabra. Los rituales llevan dentro de sí el reconocimiento, es decir, el regreso al conocimiento como camino dirigido a las nuevas generaciones para, de esta manera, intentar atrapar la fugacidad del tiempo, aquel que define María Elena Walsh “tiempo sin ser castigo/ yo llegué a conocerlo: está enterrado en lo más vivo de mi corazón/ después llegaron los relojes” Así, estas reflexiones a partir del homenaje a los fundadores del Hospital Santa Inés y sus cincuenta y cinco años de creación en una noche entrañable, plena de voces en las que se confundían los matices de médicos jóvenes que traspasaban los límites del tiempo y aquellas otras de los viejos que aún permanecen en el hilo de su memoria. Sí; amigo lector, el aserto de Funes el memorioso de Borges nos salva del olvido “antes miraba sin ver y escuchaba sin oír” he aquí la urgencia de trasmitir el recuerdo, los valores y todo aquello que sugiere nuestra identidad colectiva. Esos tiempos para acudir a las citas, el café y las historias de los médicos abuelos: lo dicho, un pueblo sin memoria y sin pasado es un pueblo sin futuro, ya lo sabemos. (O)
DZM
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social con experiencia en coberturas periodísticas, elaboración de suplementos y materiales comunicacionales impresos. Fue directora de diario La Tarde y es editora.
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