Nuestra política, más claro nuestra politiquería, nuestros politiqueros, resultarían piezas icónicas para el programa “Laura” -antes “Laura en América”-, dirigido por Laura Bozzo.
Es que no dan para más, también.
Problemas familiares, aún los más íntimos, por lo general de los sectores más pobres, en ese programa de televisión se exponen de manera descarnada y violenta para un público ávido de morbo, chicha y chatarra.
Imaginemos a la Asamblea como escenario para grabar el programa, y a los legisladores como protagonistas.
Imaginemos a Laura presentando el caso relacionado a la comisión ad hoc para, dizque, evaluar si la presidenta cumplió o no sus funciones.
Asoma la susodicha lanzándose a los brazos de Laura para contarle su desgracia política. Ella, que ya sabe los entretelones, explica algunos pormenores al público que comienza a delirar. Hace pasar a acusadores y defensores.
Que pase el desgraciado del denunciante. Este entra amenazante, pero Laura le para en seco.
Que pase el desgraciado que quiere comerse a la pobre mujer, a punto de llorar.
Que pasen los desgraciados -dizque, rebeldes-, que también quieren comérsela viva.
Que pasen las desgraciadas que quieren demostrar que no hay peor enemigo de la mujer que otra mujer.
El público delira…Ni se diga los televidentes.
Laura casi no puede controlar a los desgraciados. Todos son santos, solo quieren el bien de la patria, nada para sus bolsillos, nada para sus líderes que los manejan.
Laura los conmina, les pide silencio, calma.
La otra mujer habla, muestra unos papeles para demostrar su inocencia, o que ha sido favorecida con garantías en pro de sus derechos, a las que ha acudido como quien busca plegarias antes de irse al infierno.
Los desgraciados arremeten. Se van contra Laura, contra la mujer a la que vilipendian. El público se ha ido…
Este mismo teatro puede montarse con lo que pasa en la Función Judicial. Intentemos:
Laura: que pasen los desgraciados cepecés, los desgraciados cejotas.
Qué pase la “dama” que simboliza a la Justicia. Ingresa con ojos vendados, espada y balanza en sus manos. El público está mudo.
Que pasen los representantes de la cenejota. No asoma nadie.
Los desgraciados vociferan, se lavan las manos entre ellos, todo lo justifican. Desgraciados, les dice Laura; pero ellos ni siquiera se inmutan. La “dama” no ha dicho nada. El público se ha ido en señal de vergüenza y reproche.
Hasta el próximo programa de “Laura”.
P.D. Así nomás andamos en el Ecuador. (O)