En el informe a la nación del Presidente Lasso llamó la atención que sobre el problema de la salud, aparte del éxito de la vacunación anti Covid, nada se dijera, como si la vida de los ecuatorianos solo fuera trabajo, vialidad, negocios, etc.
Al comienzo de la administración de Lasso vimos que el vicepresidente de la República, vestido con bata blanca, visitaba los hospitales públicos y se informaba personalmente de su desastrosa situación y tuvimos un poquito de esperanza. Pero luego vimos que dejó de hacer las visitas y nos quedó la amarga sensación de que fue tristemente engañado por el personal de esas Unidades Médicas igual que ahora la Ministra de Salud. Allí le decían que en un par de semanas se resolverían todos los problemas. Ha pasado un año y todo sigue igual o peor que cuando él hizo sus visitas.
No sé qué habrá sucedido pero el Dr. Borrero ha dejado de interesarse en los hospitales que siguen mal, desabastecidos de todo. Las medicinas continúan escasas y la gente se lamenta de no poder comprarlas por falta de dinero. Los dispensarios, todos, pero especialmente los de la Medicina Rural siguen careciendo de lugares medianamente aceptables en la mayoría de casos, de medicinas, de instrumental médico. Los hospitales de las ciudades permanecen en locales envejecidos, inadecuados, pobres, con escasez de personal, especialmente médico, sin poder suministrar medicinas a los enfermos que acuden por su pobreza, pobreza que les imposibilita adquirirlos. Los hospitales del IESS se encuentran peor que nunca. Se viene ofreciendo la “externalización” para entrega de medicinas que se demora mientras hay enfermos que sufren y mueren en tanto el tortuguismo burocrático y la corrupción se mantienen incólumes.
El IESS y el Ministerio de Salud siguen sin pagar a SOLCA las deudas por atención a sus pacientes y eso ocasiona problemas y amenazas de no atenderlos más.
El hecho de que el Presidente Lasso no sea médico no justifica su desatención clamorosa al sistema de salud. El Vicepresidente Borrero debería volver a interesarse en la suerte de las Unidades Médicas públicas y, con energía, obligar a que funcionen adecuadamente, sin permitir que le engañen como ya lo hicieron. (O)