El nacimiento de la moneda

Con la llegada de la era digital y las tarjetas de crédito, cada vez pagamos menos con dinero en efectivo. Sin embargo, las monedas llevan entre nosotros miles de años. Los primeros ejemplares se acuñaron en Lidia, en Asia Menor, hace 2.700 años.

Antes de que naciera la moneda, hacía más de mil años que los metales preciosos se empleaban como medio monetario en el Próximo Oriente. En Mesopotamia se usaba la plata importada de Anatolia. En el código de Hammurabi, aparecen las multas que tenían que pagar quiénes cometían una infracción.

La circulación de plata en forma de lingotes y trozos de metal era limitada. Las regiones que disponían de una fuente de oro y plata gozaban de una ventaja económica extraordinaria. Este era el caso de Lidia, en la actual Turquía, donde vieron la luz las primeras monedas de la historia. Estaban hechas de electro, una aleación de oro y plata que se encontraba en estado natural en las cercanías, conocido como oro blanco. Los reyes lidios emitieron las primeras monedas a finales del siglo VII a.C. Acuñadas, y no fundidas, poseían el aspecto de pequeñas pepitas apisonadas.

El lado principal de estas pepitas estampadas por un sello oficial, entre redondeadas y aplanadas, se llamaba “anverso”. Y los reversos, fueron marcados con uno, dos o tres golpes o impresiones para mostrar al usuario la buena calidad del metal. Con el tiempo imágenes florales y de animales se imprimieron en ellas. Se han identificado hasta cien diseños.

La invención de la moneda no coincidió por casualidad con el surgimiento de las polis o ciudades griegas. A los atenienses se les entregaban monedas por asistir a asambleas políticas y a juicios. Eran de pequeño valor, pero compensaban la asistencia a una asamblea, pues muchos atenienses debían desplazarse del campo a la ciudad y abandonar sus cultivos.

También recibían un sueldo los remeros de la flota de guerra ateniense, ciudadanos pobres que no tenían la obligación de defender a la ciudad, a diferencia de los infantes de marina que se pagaban su equipo de guerra, pues pertenecían a grupos sociales superiores y estaban obligados a luchar sin recibir compensación a cambio.

Y aunque parezca inaudito, se acuñaban también monedas con fines protervos: para contratar  mercenarios. El sonido de una bolsa con monedas, es el idioma que todo el mundo entiende. (O)

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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