Bruselas (EFE).- El grueso del textil y de la ropa que se vende en la Unión Europea consume recursos desaforadamente para producirse, utiliza productos químicos peligrosos, apenas recicla materiales y, en muchas ocasiones, emplea a personas en países en desarrollo en condiciones lamentables, la mayoría de ellas mujeres.
«Todo eso probablemente es verdad. El desafío es grande y por eso la industria textil siempre escapa a cualquier regulación. Pero los problemas se acumulan», comenta en una entrevista con Efe el comisario europeo de Medioambiente, Océanos y Pesca, Virginijus Sinkevicius.
El departamento que dirige el político lituano, que tiene ahora 31 años y 29 cuando asumió el cargo en 2019, convirtiéndose en el comisario más joven de la historia del Ejecutivo europeo, pretende impulsar un giro hacia una industria más sostenible.
«Producir ciertas prendas, como pantalones vaqueros o zapatillas, requiere muy poco tiempo pero una enorme cantidad de recursos. Y luego puede incluso estar en el armario y no usarse nunca hasta que se tira. Y todos esos recursos simplemente se desperdician», dice.
La industria textil es la cuarta que más contribuye al cambio climático -tras alimentación, vivienda y movilidad- y la tercera en uso de agua y tierra. Además, solo el 1 % de los productos textiles es de origen reciclado y cada europeo tira 11 kilos de ropa al año, según la Agencia Europea del Medioambiente.
Todo ello sirve para abaratar los productos pero «el precio barato generalmente implica trabajo barato, normalmente violando los derechos laborales, gran presión sobre los recursos, uso de materiales no sostenibles como productos químicos, etc. Y cuando se tira, termina en vertederos o incineradoras».
«Claramente, tenemos que intervenir», argumenta Sinkevicius, cuyas competencias entran en el paraguas del Pacto Verde Europeo para ecologizar y descarbonizar la UE que pilota el vicepresidente de la Comisión Europea Frans Timmermans.
El comisario tiene entre manos una nueva legislación sobre ecodiseño, aún en trámite, que pretende implementar un «esquema de responsabilidades, de forma que si eres un productor o comercializador en la UE tendrás que recolectar y reciclar unas ciertas cantidades».
«Llevará tiempo, pero se puede implementar. Y siento un gran apoyo de la industria de la moda porque muchas ya están en el camino hacia una mayor sostenibilidad y quieren reglas de juego similares para todos», explica el comisario, que recibe a Efe en su amplio despacho del edifico Berlaymont de Bruselas, cuartel general de la Comisión Europea.
El año pasado, Sinkevicius visitó la sede en España de Inditex, un gigante textil fundado por Amancio Ortega que tiene 6.477 tiendas en todo el mundo y es matriz de Zara, Zara Home, Bershka, Massimo Dutti o Pull&Bear.
«Quedé muy impresionado por el progreso que están haciendo. Hablo con presidentes de grupos (textiles) y con pequeñas empresas y en realidad siento apoyo porque creen que el mercado ahora es demasiado ‘salvaje oeste'», dice.
El modelo de «moda rápida» ni siquiera es beneficioso para el consumidor porque «la ropa es más barata en Europa que hace veinte años pero el hogar europeo medio gasta más en ropa cada año», dice Sinkevicius, que con 27 años ya era ministro de Economía de Lituania.
La industria de la moda factura unos 166.000 millones de euros (unos 172.208 millones de dólares al cambio actual) al año en la UE y emplea a 1,7 millones de personas, según Eurostat, cuyos datos también arrojan que en 2020 el club comunitario importó 69.000 millones de euros (71.580 millones de dólares) en ropa y exportó 30.000 millones (31.123 millones de dólares).
La futura legislación sobre textil tendrá implicaciones fuera de las fronteras de la UE, que importa textil de China, Turquía y Bangladesh, principalmente.
Responde a una lógica que cada vez inspira más expedientes en Bruselas. La Comisión también ha propuesto una ley de diligencia debida para dificultar que las grandes compañías puedan aceptar en sus cadenas de suministro en el extranjero prácticas laborales prohibidas en la Unión Europea.
Se tramita además una normativa para que las ventas de madera, café, carne, soja, cacao y aceite de palma en la UE no acarreen la tala de árboles en sus lugares de origen, otra para mejorar la calidad del suelo, otra para restaurar espacios naturales y aumentar la biodiversidad y otra para utilizar menos pesticidas en la agricultura.
El comisario, que también es responsable de las regulaciones pesqueras, asegura que las políticas medioambientales europeas ayudarán a los agricultores a rebajar sus costes operativos, generarán ecosistemas más fértiles y recuperarán las poblaciones de insectos polinizadores.
La hoja de ruta de Bruselas ni tiene ni tendrán efectos inflacionistas en los alimentos, sometidos ya a mucha presión por la «dependencia en combustibles fósiles» que se proyecta en la producción de alimentos y el bloqueo ruso de millones de toneladas de cereal en Ucrania, resume.
«En el largo plazo solo tendrá efectos positivos», dice Sinkevicius, que sigue con especial atención la situación geopolítica pues su esposa y madre de sus dos hijos de 2 y 4 años es ucraniana. EFE