Película de terror  

La mañana se mostró soleada, pero la ciudad amaneció bajo un régimen de terror. Las calles fueron tomadas por cientos de personas en actitud amenazadora, muchas de ellas vandalizando lo que encontraban a su paso. Gritos, golpes, vidrios rotos, insultos de gran calibre. Un desprecio absoluto por la propiedad pública y privada y por la integridad física de los transeúntes. Las fuerzas del orden se quedaron dormidas, o escondidas, pues no se les vio conteniendo la situación espeluznante, a excepción de unos pocos uniformados. Las entradas y salidas de la ciudad y las parroquias aledañas lucían bloqueadas por obstáculos que los “manifestantes pacíficos” habían colocado a propósito. El desabastecimiento de alimentos, gas, gasolina y oxígeno era imponderable. Un panorama que sólo se visualiza dentro de un conflicto entre países enemigos, en pie de guerra.

En el centro histórico, los escasos policías que vigilaban las calles pedían a los comerciantes que cierren sus almacenes para evitar asaltos y enfrentamientos, en lugar de aplicar la fuerza en contra de los vándalos y proteger a los ciudadanos. El miedo, la rabia, la incertidumbre y la impotencia daban alaridos en las calles. Las autoridades, hicieron mutis. Decenas de motos hasta con tres personas armadas, sin placas, ni cascos, forcejeaban puertas de negocios y viviendas. Una situación pavorosa.

El día previo al cese de las manifestaciones inhumanas y salvajes, a las autoridades de la ciudad y de la provincia se les “prendió el foco” y exigieron al presidente Lasso que declare el estado de excepción en Cuenca. ¡Recién un día antes! Luego de 17 días de pánico y de un desabastecimiento bárbaro a todo nivel. ¡Inconcebible! Por lo menos el gobernador daba declaraciones de tanto en tanto. El alcalde, en la peluquería. Y la prefecta… pero qué esperamos de la prefecta si con o sin paro pasa desapercibida, como la Mujer Invisible de Marvel.

Los comerciantes de El Arenal se mostraron indignados de que una cadena cuencana de supermercados haya estado abastecida y ellos no. Entonces decidieron unirse a las protestas violentas dirigiéndose al centro comercial El Batán. Con qué intenciones, sólo ellos lo sabían. La crispación social en su clímax. ¡Qué días tan aciagos fueron aquellos para el país!

Exigimos vivir en paz, y no siendo meros espectadores de una película de terror. (O)

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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