Dieciocho días de paralización del Ecuador, constituye un tiempo y una acción, demasiados largos, que ha repercutido adversamente, en todos los órdenes. Consecuentemente, se percibe una profunda incertidumbre, por lo que ha pasado y por lo que podrá sobrevenir.
Economía, educación, salud, agricultura, transporte, entre otros aspectos, se encuentran afectados, profundamente. El país siente temor por posibles intentos de paralización que alteren, una vez más, la vida normal de sus ciudadanos.
El indigenado del país tiene que medir las consecuencias de una nueva paralización. Es hora de poner en la balanza, los efectos de una medida de hecho, con la que todo se pone en jaque y el daño para el Ecuador entero ha sido y será incalculable.
Cada ecuatoriano deberá estar atento a controlar estos arrebatos de paro, que acabarán con la estabilidad del Ecuador. ¡Busquemos la paz y no el caos! ¡Construyamos el país, y no lo destruyamos! Es hora de continuar con el diálogo entre las partes. El gobierno deberá cumplir con el pacto establecido y los indígenas atender el cumplimiento de lo propuesto.
¡La búsqueda de estabilidad y de paz dependerá de las dos partes presentes en el conflicto vivido y evitar que nuevamente se produzca una situación semejante! (O)