Una reflexión que me quedo dando vueltas en mi cabeza, la corrupción afecta especialmente a las mujeres, como todos los problemas estructurales, la población más vulnerable se ve afectada por las dinámicas de poder y corrupción.
Las mujeres microempresarias son las que menos oportunidades tienen de brindar servicios en el sector público, nunca ganan concursos que les permitan potenciar sus negocios y salir de la pobreza. Puede que este fenómeno no responda necesariamente a la corrupción en la contratación, pero tampoco existen prácticas positivas que las permita competir con las grandes empresas.
Lo mismo sucede con otros grupos vulnerables, personas trans y jóvenes no son consideradas como capaces, responsables o competentes en el mundo empresarial, más del 80% de microempresas fracasan el primer año, tampoco existen oportunidades de capacitación, menos aún crédito.
Tanto el estado como las empresas privadas deberían impulsar prácticas positivas con estos grupos, y a modo personal empecemos a consumir lo que se produce la vecina, rompamos con estereotipos que responden a practicas discriminadoras incluso cuando adquirimos servicios y aprendamos a pagar lo justo.