En cada persona está la decisión del cambio. Todos apuntamos al cambio de las estructuras y sistemas sociales, pero lo fundamental se encuentra en el cambio que debe darse en cada uno. Dirán que es un imposible, y que hasta que cambiemos el mundo se acaba, sumido en la corrupción y sus efectos… desde luego… pero así, las realidades seguirán siendo dictadas por quienes manejan los poderes públicos.
Es necesario asumir nuestras responsabilidades sociales y valorar el aporte que demos a la sociedad que es y será lo que hagamos para construir el orden democrático.
Y para que la democracia sea una realidad se requiere de conciencia crítica, no de masas delirantes ante lo que llaman carisma, que en la práctica bursátil resulta ser el señuelo de la demagogia que ofrece lo imposible a cambio de votos. La democracia ha sido reducida a la capacidad de engaño de los supuestos taumaturgos.
Recordemos a la Alemania de los años treinta del siglo pasado, un demagogo sin parangón ofreció rescatar a la inmensa mayoría que sufría de la crisis social, producida por la derrota de la llamada primera guerra mundial; acumuló adhesiones hasta de los dueños de la industria y banca del Imperio Prusiano, llegó al poder con sutiles manejos y condujo no solamente a Alemania sino al mundo al desastre de la segunda guerra mundial.
En nuestra América el populismo ha destrozado las instituciones y carcomido la buena fe, al punto de festinar el presente y poner en peligro el mismo futuro.
Por eso solamente la lucidez crítica, la educación de calidad y un liderazgo responsable podrán reconstruir a nuestra sociedad. (O)