Viviana Bernal Estrada
Hace pocos días atrás una de nosotras dio su último suspiro en medio de un oscuro y oculto desenlace. Aquellos a quienes les arrebataron la vida de un ser amado también les privaron el derecho a un duelo venerable.
El tener la dicha de vivir, de sentirnos vivos y especialmente, de tener varios motivos para avanzar, es una obligación, un deber y una responsabilidad humana; con vida se sirve, se construye, se regenera, se enseña y se aprende.
Muchos niños, niñas y adolescentes de antes, probablemente en alguna etapa de su desarrollo biopsicosocial y entre miedos y husmeos, experimentaron carencias y empezaron a acumular sus propios problemas, batallando a su manera contra el adulto centrismo en sentido ampliado y un sistema en regresión, sin recibir las respuestas necesarias que hoy muy probablemente los convierten en adultos tambaleantes de una amenaza oculta.
El objeto de la sociedad es el bien común; todo gobierno es instituido para asegurar al individuo el goce de sus derechos, los cuales son imprescriptibles, irrenunciables y progresivos; sin embargo y en temible potencialidad, los niños, niñas y adolescentes que hoy son víctimas de una sociedad que arrebata y que castiga, llegarán a ser adultos y adultas que castigan y arrebatan. (O)